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Esto es lo que nos espera si, como es previsible, seguimos los pasos de China

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Nihao desde el país que consiguió frenar al COVID-19, si es que no se está cantando victoria demasiado rápido.

Pese a que en China se encuentra el epicentro de la epidemia que empieza a ser amenaza en muchos lugares del mundo y, pese a que el gobierno chino avisó de su existencia con retraso (no por desconocimiento de su existencia si no de su gravedad) parece ser el primer país que consigue ponerle freno a esta enorme pandemia que, por desgracia, no lo ha hecho sin antes dejar huella.
Una vez se dio voz de alarma en el país, parecía ser demasiado tarde: ya había muchos casos de personas contagiadas y la cuenta del número de fallecidos había comenzado.

Pero esto no hizo que la población aquí perdiera la esperanza frente al gran enemigo que se había integrado en sus vidas, si no que les unió y les hizo fuertes para pelear contra él.
El prestigioso y respetado médico en China Zhong Nanshan (钟南山) de 85 años, con experiencia en pandemias como el SARS, advirtió de la gravedad del virus de Wuhan y de las pautas necesarias que debía seguir el país si quería erradicar el enorme problema que se les venía encima.

Junto a las palabras del gobierno, se lanzó a la población la voz de alarma sobre la importancia de lo que estaba ocurriendo y la necesidad de comenzar a tomar medidas de seguridad.

La primera medida que se tomó fue cerrar Wuhan, no solo la ciudad sino todo lo que había dentro.

Y para empezar…

en un mismo día se cerraron todos los establecimientos, barrios, carreteras, se prohibieron las reuniones familiares o de amigos y se solicitó a las personas que, por seguridad, se mantuvieran en sus casas

y que en el caso extremo de necesitar salir se utilizara una mascarilla.

La mayoría de la población no se cuestionó las medidas que se estaban tomando y las personas permanecieron como se les había indicado.

Así mismo, toda la población de China tomó conciencia de la gravedad y se comenzó a utilizar mascarilla en todas las áreas del país. Esto solo sería el comienzo.

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Escasos días después, los avisos llegaron a todas las ciudades vecinas y poco a poco estas pautas se fueron adueñando de, prácticamente, todos los lugares de China: se paralizó el país entero.

Se cortaron las redes de carreteras, de transportes, el comercio, las fabricas… Las calles permanecieron vacías en los días más importantes del año: incluida la celebración del Año Nuevo.

No hubo fiesta, ni reuniones, ni largas colas en los supermercados.

En la calle solo se escuchaba desde un altavoz la voz de una persona recordando la importancia de cumplir las precauciones que el gobierno había solicitado. Las personas permanecieron en sus casas y, de hecho, muchas familias siguen sin poder salir.

Aun con las extremas medidas preventivas, China seguía teniendo problemas: los hospitales no podían acoger a tantas personas ni tenían recursos para tratar a todos los pacientes.

Para enfrentarse a ese problema comenzaron a construir hospitales que acogieran al máximo número de personas y las ciudades sin contagiados o con un nivel de riesgo bajo enviaron sus recursos médicos a las partes donde más se necesitaban.

Después, cuando parecía que la batalla comenzaba a dar resultados, no bajaron la guardia. Algunos barrios aun hoy permanecen cerrados al tráfico y sólo pueden entrar las motos de los repartidores de comida.

En muchas zonas hay puestos de control en los que se mide la fiebre a las personas que andan por la calle. En las entradas de los centros comerciales también te toman la temperatura y te obligan a lavarte las manos con un gel desinfectante.

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Y en las tiendas de alimentación todavía son más estrictos con el control y la higiene antes de dejarte entrar.

Las ciudades están llenas de enormes pancartas en las que dicen “Por favor, ponte la mascarilla. Ponte la mascarilla».

Claro que aquí tienen mascarillas, y termómetros y trajes preparados para que la policía y los médicos puedan moverse perfectamente protegidos.

Que no se disparen las bajas del personal sanitario es clave, porque su escasez puede ser uno de los grandes problemas de occidente gracias a su temor a asustar con enfermeras vestidas de película de ciencia ficción.

La mayoría de esos materiales los reparte el gobierno o la empresa en la que trabajas. No hay que almacenar alimentos porque si estás en cuarentena te dan de comer. Desayuno, comida y cena, con palillos nuevos cada vez.

Pero aunque empiezan a felicitarse por frenar la epidemia, no paran. Y ahora el riesgo lo personalizan en los que venimos de fuera. Por eso nos reciben en el aeropuerto termómetro en mano y nos obligan a pasar una cuarentena de 14 días encerrados en casa.

Así estoy yo, que llegué hace diez días. Pero a otros amigos que llegaron más tarde, los recogieron directamente en una ambulancia y directamente los encerraron en la habitación de un hotel hasta que pasen la cuarentena.

Sin duda tienen la convicción de que han conseguido hacerle frente. Y aún siguen tomando medidas preventivas para no volverse a ver amenazados por esta catástrofe que recordarán siempre.

Cuando consigan estar seguros se volverá a la vida cotidiana y, sentimentalmente, se notarán cambiados. La batalla frente al COVID-19 les ha hecho sentir una nación unida y comprometida, no por el bienestar individual, si no por el colectivo, cosa de la que empiezan a presumir con más orgullo que nunca.

Y un artículo en un periódico hacía un reportaje ayer de uno de esos hospitales cuadrados móviles, puestos en marcha en pocos días, con este titular:

¡Bienvenido a la cabaña!
“El Campo de la responsabilidad»
«Cero infección, cero contagios, cero muerte». Es realmente la «cabina de la vida»

El médico Zhong, con su avanzada edad y su importante experiencia, ahora está en contacto con el gobierno italiano, país en el que ya se registran más de 10.000 contagiados y la tasa más alta de mortalidad, para aconsejar al país sobre cómo abordar la situación.

¿Necesitará España sus consejos?

A los chinos les cuesta comprender la forma de enfrentar las medidas en España. Un colegio cerrado no son vacaciones. El teletrabajo no son vacaciones.

¿Por qué la gente sigue sin utilizar mascarilla? ¿Por qué se sigue yendo a los lugares donde hay mucha gente (y no hablan de 1.000 personas)?

Tal vez los chinos no son eminencias, pero sí son personas que, en su día, respetaron los consejos de una.

¿Deberíamos, los españoles, empezar a hacer lo mismo?

Mucho ánimo con lo que se os viene encima, que no es agradable pero es útil y merece la pena hacerlo bien.

Baibai