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Actualidad médica

Me han hecho poner una silla en la puerta que me identifica como «en cuarentena»

06 marzo, 2020

Beatriz Pérez Argüelles

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Nihao. Buenos días.

Como todas las mañanas, una vez despierta, lo primero que hago es mirar el móvil para leer los mensajes y entretenerme un rato, y sigo encontrándome, cada mañana, el maternal mensaje de la trabajadora en la administración del colegio en el que me recuerda que, por favor, me mire la temperatura por la mañana y también por la tarde.

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Y bueno, no es que necesite que me lo recuerde todos los días, pero ya estoy acostumbrada a su gestión proteccionista que entra en una cadena infinita de “padres” y “madres”, unos de otros, aunque en distintos peldaños.

Es así, que ese enlace ‘familiar’ con el que se trabaja aquí les da una confianza absoluta, no solo en la autoridad, que a la vista está, si no a nivel individual (aunque las medidas de control ayudan). Pero, realmente confían en que la temperatura que anoto cada vez es real. Y esto es solo un ejemplo.

Sigo dando las clases online y sin aviso aún de cuándo podrán comenzar de nuevo las presenciales, y es que la perspectiva continúa sin estar nada clara.

El miedo sigue siendo el principal aliado aquí para prevenir los contagios del virus: siguen prefiriendo quedarse en casa y tomar todas las medidas necesarias para que esa “gripecilla” no les pille por sorpresa.

Tanto es así que en la visita que me ha hecho hoy una trabajadora del colegio para traerme algunos materiales que tenía en casa y para ayudarme con un problema con mi compra online, ha solicitado que por favor me pusiera la mascarilla (ya trayendo ella una FFP3 puesta). Y antes de atreverse a tocar cualquier cosa de mi casa se ha querido asegurar de que tenía desinfectante, no vaya a resultar que sea una ¡contagiada!

La sensación de estar encerrada en un piso no resulta de lo más agradable. Tener la puerta tan cerca y tan cerrada, la incapacidad de decidir ponerse los zapatos, unas botas y ¡ale! a dar un paseo bajo la fina lluvia que, desde la ventana, resulta tan agradable.

En vez de esa libertad tan rutinaria que nadie se detiene a pensar, tengo que ingeniar la mejor manera para disfrutar las cosas que desde fuera se me habían pasado inadvertidas: llenar la casa de brisa fresca, mirar por la ventana y cerrar los ojos, envolverme del viento, del sonido de los pájaros y de los árboles, y dejar así que pase el sinfín de tiempo del que realmente dispongo.

Pero si por lo menos fuera así, y todo se quedara en eso, en una puertecita cerrada con alguien invisible dentro… Pero no, tienen que entrar en mi casa con sus disfraces, y hacerme colocar una silla que me señala. Cualquiera que pase por delante de mi puerta ya lo sabe: ahí está una posible contagiada.

Pese a todo, sigo intentando mantenerme de buen humor e intento comprender a qué viene todo esto. Y no sé si es por no desesperar, pero empiezo a pensar como los chinos y a creer que si toman medidas tan drásticas tiene que haber un por qué más grave de lo que nos pensamos.

¿De verdad se tomarían todas estas molestias si no estuvieran advertidos de un virus realmente grave?

Al fin y al cabo, es el país donde se originó, ellos conocen las entrañas del COVID-19 y, tal y como está China y su población, al menos para ellos no parece tratarse de algo corriente.

Incluso los estudiantes chinos que fueron a España a través de nuestro programa y siguen allí, han decidido quedarse en casa puesto que la dirección del colegio les ha advertido de que, si llevan mascarillas, no pueden entrar en clase dado que esto causaría el pánico en los demás alumnos.

Ellos, ante la que probablemente consideren incomprensible actitud hacia COVID-19, han decidido no salir de su casa y cuentan aquí que “muchos alumnos en España tosen y algunos han estado en Italia hace poco”.

Además, los chinos sienten que España no está prestando la atención necesaria ante la peligrosidad del asunto: “Aquí no se lleva mascarilla ni se están tomando otras medidas”. Y no solo eso, si no que una circular de uno de los colegios madrileños en los que están ha advertido del caso de dos padres contagiados.

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Por tanto, no sé si aconsejaros usar una mascarilla al salir de casa o seguir como hasta ahora, pero, al fin y al cabo, y nunca mejor dicho, más vale prevenir que curar, y no sé si me habrá influenciado ver las medidas que está tomando China, pero dado que además he llegado cuando todo está intentando volver a funcionar, me cuesta creer que se trata simplemente de precaución cercana a la paranoia.

Podría definir a los habitantes de este país como una población sensibilizada con los temas médicos y las enfermedades, que procuran cuidarse con bastante más conciencia de la que yo, por ejemplo, acostumbro (e imagino que muchos españoles) pero de ahí a que todo esto lo haya generado sólo una actitud precavida ante la enfermedad ¿no es un paso demasiado grande?

Bai bai.

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