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Actualidad médica

Tengo que tomarme la temperatura dos veces al día con el termómetro que me han dado, y enviarla

05 marzo, 2020

Nihao desde el salón de mi casa.

Definitivamente tengo que cumplir una cuarentena de 14 días encerrada por la llegada a mi provincia (Zhejiang) de nueve casos confirmados de COVID-19, entre ellos uno de nacionalidad italiana. Esto ha llevado al gobierno a actuar de nuevo y poner en cuarentena a todos aquellos que están llegando o los que hemos llegado recientemente.

Tras todos los esfuerzos que han hecho para detener el número de contagios y poder volver cuanto antes a su vida normal, no quieren arriesgarse a que todo vuelva a empezar, y como ellos dicen: un contagiado suelto contagia a diez y así sucesivamente (por decir una cifra, que es lo de menos).

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Al principio no me lo tomé con esa calma y esa comprensión, que vienen después de haber asimilado lo que está por llegar. Una vez cerré la puerta de mi casa, sabiendo que no iba a poder volver a cruzarla en 14 días sentí que todo se me caía encima. Miraba cada habitación y poco a poco se me hacía todo más pequeño. Se me cerró el apetito, las ganas de meterme en la cama, la energía para continuar las clases online. Solo quería volver a casa.

Discutí con la persona que me dio la noticia, intentaba reclamar mínimo un paseo de media hora diario, sentir el viento, la luz de la calle, el frío exterior. Ella no podía hacer nada. Intentaba consolar mi angustia: “sé que esto no es fácil para nadie, especialmente durante este periodo, pero es una buena manera para pensar, además tu familia no estará preocupada si estás en casa porque así no estarás en contacto con ningún contagiado y, si necesitas cualquier cosa, siempre habrá alguien para ayudarte”.

Sabía que sus palabras tenían buena intención, sabía que no tenía derecho de enfadarme con ella puesto que son normas que le llegan desde la policía local, pero en ese momento no podía comprenderlo. Avisé a amigos, familiares, mostré mi malestar, la angustia y tras unas horas de reflexión comencé a darle forma a esta nueva experiencia.

Pensé en ocupaciones: hacer puzles (tengo alguno de 1.000 piezas), ver series o pelis, leer los libros que traje, seguir el estudio de chino (memorizar caracteres es más entretenido de lo que os podéis imaginar). Y me llegó una agradable sorpresa de una amiga aquí: una esterilla para practicar clases de yoga de forma online. Así que bueno… no es para tanto, pensé.

La situación en casa es la siguiente: todos los días debo tomarme la temperatura dos veces (por la mañana y por la tarde) con un termómetro que me ha dado el colegio, debo apuntarlo en una tabla y compartir el dato diariamente.

Además, he tenido que enviar la información del vuelo en el que vine a China y del tren que cogí para llegar a mi ciudad. Se me proveerá de desayuno, comida y cena diaria, y finalmente, si realizo alguna compra online el repartidor lo dejará en la sala de paquetes y el portero del barrio me lo acercará a casa.

Y la realidad comienza: suena la puerta a la hora de cenar y aparece la misma china que en la oficina estaba con una mascarilla quirúrgica, ahora con una mascarilla FFP2; duermo más de las horas que habitúo, doce horas en la cama, porque ningún momento era motivador para empezar el día.

Miro el móvil y encuentro el siguiente mensaje “podrías mover una silla fuera, de esta manera podremos dejarte la comida ahí”. Respiro. No quiero volver a enfadarme, pero ¿no es excesivo que me traten así? ¿acaso soy un perro rabioso? Esta situación ahora se acerca más a la de una prisión. Pero ya está, no quiero darle más importancia. Al fin y al cabo, pregunto a algunos amigos chinos sobre si les parece normal y sí, para ellos es normal.

Está claro que han tomado unas medidas de seguridad de lo más radicales que existen para frenar la expansión del coronavirus que en España definimos como una simple gripe.

Mientras aquí enfrentan al “virus de moda” con drásticas precauciones, en España seguimos diciendo que es una gripe. Cuando aquí, tras dos meses de encierros en casa, de barrios bloqueados, de paro absoluto de la economía, vuelven a sentir el temor del virus expandiéndose, no dejan de seguir tomando precauciones. Pero en España, donde el número de contagiados ha aumentado seguimos creyendo que se trata de una gripe un poquito más fuerte.

Entonces, ¿qué pasa? China ha sido devorada por la hipocondría, y entonces deberían investigar otro tipo de vacuna, o, en España estamos pasándonos de confiados, pero aún nos falta abrir los ojos.

He llegado a un punto donde no entiendo nada y será porque he visto la cara y la cruz de lo que está pasando, pero ¿cuál es la verdad antes de lanzar esta moneda?

Baibai.

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