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Análisis: ¿Podremos volver a vivir como antes del coronavirus? ¿Cuándo?

  • Como dice el doctor Fauci, asesor de la Casa Blanca: "queremos volver al estado precoronavirus, pero eso tal vez no suceda nunca"
  • "Para evitar brotes recurrentes será necesario un distanciamiento social prolongado e intermitente hasta finales de 2022"
  • "Un resurgimiento del contagio masivo podría ser posible hasta 2024"

17 abril, 2020

Eduardo Costas.
Catedrático de Genética de la UCM.
ACADÉMICO CORRESPONDIENTE DE LA REAL ACADEMIA NACIONAL DE FARMACIA
Victoria López Rodas.
Catedrática de Genética de la Universidad Complutense.
Beatriz Baselga-Cervera.
Científica. Department of Ecology, Evolution and Behavior, University of Minnesota, St Paul, Minnesota 55108 y Minnesota Center for Philosophy of Science, University of Minnesota, Minneapolis, Minnesota 55455. USA

El mundo que conocimos ya no existe.

El SARS-CoV- 2 acabó con él.

Ahora, con una parte significativa de la población mundial confinada en sus casas, se nos plantea una pregunta clave: ¿Cuánto tardaremos en que las cosas vuelvan a ser como antes?, si lo llegan a ser.

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La mayoría de los expertos más competentes advierten que será muy difícil volver a “vivir como antes”.

Sus previsiones expresan con distintas palabras un mismo mensaje. Sirvan de muestra un par de ejemplos:

– Para el doctor Anthony Fauci, uno de los especialistas que trabajan para la Casa Blanca, «Se quiere volver al estado precoronavirus, pero hay que ser consciente de que eso tal vez no suceda nunca».

– Para el doctor Francisco Salmerón, jefe de la División de Productos Biológicos y Biotecnología de la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios entre 1990 y 2015, «El coronavirus ha llegado para quedarse. No demos por seguro que habrá vacuna”.

– El profeso Gordon Dougon, investigador en vacunas, genómica de patógenos y epidemiología de enfermedades del departamento de Medicina de la Universidad de Cambridge, nos recuerda que, «nuestra burbuja sanitaria es un espejismo».

Hasta el momento estas advertencias no dejaban de ser meras opiniones -sin duda muy valiosas- basadas en la amplia experiencia de quienes las emitían.

Pero el 14 de abril, cinco de los más destacados expertos mundiales en inmunología, enfermedades infecciosas y epidemiología de Harvard publicaron en la revista Science (que junto con Nature son las 2 revistas científicas más prestigiosas del mundo) un elaborado modelo (probablemente el mejor hasta la fecha) en el que analizan los datos disponibles de estacionalidad, inmunidad e inmunidad cruzada de numerosos coronavirus para entender el futuro del Covid-19, llegando a conclusiones poco optimistas:

– “Proyectamos que los brotes recurrentes de SARS-CoV-2 ocurrirán de nuevo durante el invierno después de esta onda pandémica inicial”.

– “Para evitar esto, puede ser necesario un distanciamiento social prolongado o intermitente hasta 2022”.

– “Un resurgimiento del contagio masivo podría ser posible hasta 2024”.

Los autores explican que será necesario mantener medidas de distanciamiento social para conseguir que el sistema sanitario no colapse y las muertes alcancen cifras inasumibles.

Predicen que se llegará a una serie de equilibrios: en los distintos países se irán relajando las medidas de confinamiento y distanciamiento social. En muchos casos el resultado de estas medidas será un aumento de afectados por Covid-19.

Entonces se volverán a incrementar las medidas de distanciamiento. Llegaremos así a un sistema en el que se darán períodos de relajamiento en las medidas de distanciamiento social, seguidos de períodos de un mayor confinamiento.

Estos científicos insisten en que la clave está en conseguir el mínimo distanciamiento social que permita que el número de infectados no exceda la capacidad del sistema sanitario. Esta capacidad será crítica: los países con mayor número de camas hospitalarias, de UCIs y de personal sanitario podrán permitirse un menor distanciamiento social, menos confinamiento y durante menos tiempo.

En España…

En este sentido, nuestra situación tras años de recortes en personal y recursos sanitarios, y de burocratización extrema, no es buena. Y empeora si tenemos en cuenta que en esa planificación la sanidad tiene que hacer frente a otras muchas enfermedades diferentes al COVID-19. Ante la emergencia sanitaria se han aplazado consultas, tratamientos, cirugías y hay una gran cantidad de trabajo pendiente.

Por otra parte, la eficacia en cumplir las medidas de distanciamiento social también será decisiva. Nuestros hábitos en cuanto a las relaciones de proximidad despreocupada que tanto nos gustan (besarnos, abrazarnos, hacinarnos en bares, discotecas…) tampoco ayudan. Mantenemos muchas relaciones con gran contacto físico. Y, para vencer al SARS-CoV-2, no es ni será bueno.

Tampoco lo es nuestro sistema económico tan basado en el turismo masivo de playas, discotecas, bares, restaurantes.

Necesitamos datos fiables y seguimos sin tenerlos

Pero, sobre todo, los autores del estudio insisten en que se necesitan con urgencia datos fiables del número real de infectados, curados, muertos, cinética del contagio, tiempos de recuperación, efecto de las medidas de distanciamiento…

Son imprescindibles cientos de miles de estudios serológicos longitudinales para determinar “el verdadero alcance y la duración de la inmunidad al SARS-CoV-2”.

No los tenemos.

Y los datos que se van conociendo resultan preocupantes:

Hay al menos 100 casos confirmados de personas que habiendo superado el COVID-19 se han vuelto a infectar.

Esto plantea un escenario muy preocupante: si la inmunidad contra el SARS-Cov-2 fuese permanente, se produciría lo que se llama “la inmunidad de rebaño”, y con el tiempo el virus no tendría a quien infectar. En el límite, cuando toda la población estuviese inmunizada el virus se extinguiría. En la práctica con el 60% o el 70% de la población inmunizada la propagación del virus sería muy lenta.

Pero si la inmunidad no dura mucho, entonces el virus seguirá re-infectando periódicamente a la gente.

De ser así tampoco una posible vacuna tendría un efecto permanente. Habría que revacunar con cierta frecuencia. Y, de momento, no vamos a tener una vacuna en cuatro días y cuando la tengamos habrá que fabricar miles de millones de dosis.

Es muy probable que lleguemos a una situación que recuerda, en cierta manera, a la gripe. El COVID-19 volverá en oleadas, algunas de ellas especialmente malas. El SARS-Cov-2 es más contagioso que la gripe. Y más letal. Habrá que tenerlo en cuenta ya que la gripe puso contra las cuerdas a nuestro sistema sanitario varias veces.

Vivimos en el mundo de los microorganismos y ellos llegaron mucho antes

Durante la mayor parte de nuestra historia, los humanos moríamos de enfermedades infecciosas. La mayoría de niños. Muchos de jóvenes. La esperanza de vida era de poco más de 30 años.

Llevamos un período de tiempo en el que una serie de descubrimientos como la higiene, la cloración del agua, los antibióticos y las vacunas nos dieron un respiro. Casi triplicamos nuestra esperanza de vida.

Pero en el combate contra los microorganismos ocurre como en el libro de Lewis Carroll (que por cierto era matemático): “A través del espejo y lo que Alicia encontró allí”. Alicia empieza a correr cogida de la mano de la Reina Roja. Después de correr durante un buen rato Alicia se encontró con que seguía en el mismo sitio que cuando empezó a correr (debajo de un árbol). Sorprendida le pregunta sobre lo que pasa a la Reina Roja, que le contesta: «Para quedarte donde estás tienes que correr casi lo más rápido que puedas. Si quieres ir a otro sitio, deberás correr, por lo menos, dos veces más rápido». Las bacterias consiguen resistencia a los antibióticos. Nuevos virus consiguen pasar desde los animales al hombre…

No podemos olvidar que, desde siempre, las pandemias víricas y bacterianas han puesto en grave peligro de extinción a numerosas especies de animales y plantas. Científicos de distintos ámbitos llevan décadas pensando que el principal riesgo que tenemos como especie es el extinguirnos mediante una pandemia microbiana.

Stephen Hawking estimó que el riesgo de que un ataque vírico o bacteriano nos llevase a la extinción era significativamente superior al de una guerra nuclear.

Diversos paleontólogos creen que fue una pandemia la que exterminó a nuestros primos cercanos los Neandertales. Otras especies de homos, como los denisovanos o los Homo erectus, también pudieron ver mermadas sus poblaciones por pandemias, hasta el punto de no poder recuperarse.

James Lovelock propuso otros escenarios en los que las proliferaciones de microorganismos nos podrían llevar a la extinción, no necesariamente teniendo un efecto patógeno, si no alterando los ciclos biogeoquímicos de los elementos que nos resultan esenciales para sobrevivir. Por ejemplo, los microorganismos fotosintéticos generaron el oxígeno que se liberó a la atmósfera. Antes de eso la atmósfera no tenía oxígeno. Hoy en día los microorganismos fotosintéticos siguen produciendo la mitad del oxígeno que respiramos. Si estos microbios desapareciesen, no podríamos sobrevivir.

Algunos paleontólogos sugieren que en grandes extinciones masivas como la del Pérmico, que acabó con el 96% de las especies que vivían en la Tierra, las proliferaciones de microorganismos, desatadas por el calentamiento y la acidificación, pudieron tener mucho que ver.

En los años 80, el gran astrónomo Carl Sagan hizo una reflexión de lo más relevante: si una civilización alienígena inteligente viniese a estudiar la Tierra, llegaría a la conclusión de que nuestro planeta es el planeta de los microorganismos. Aunque no los vemos su biomasa es ingente: por ejemplo, unos 5 kilos de nuestro peso son microorganismos, o en muchos bosques la biomasa de los organismos que no vemos es mucho mayor que la de los árboles.

Este sigue siendo el mundo de los microorganismos. Están aquí desde hace más de 3.500.000.000 años. Nosotros llevamos apenas 250.000.

Una explicación… con los dibujos animados de “El Coyote y El Correcaminos”

El SARS-CoV-2 ha venido para quedarse. Y hay decenas de miles de virus que podrían desatar nuevas pandemias (solo coronavirus hay más de 1.800 tipos diferentes que podrían dar el salto).

Para entender nuestra situación pondremos un símil: Muchos de los que ya tenemos una edad hemos disfrutado con los dibujos animados de “El Coyote y el Correcaminos”, dos personajes de una antigua serie de la Warner Bross, inspirados en el libro “Roughin It” de Mark Twain. En internet es fácil encontrar sus episodios.

Se trata de cortos basados en un argumento sencillo: “El Correcaminos” es un pájaro no volador que corre extremadamente rápido, al que persigue “El Coyote”, un depredador siempre hambriento.

Como “El Coyote” no tiene, ni de lejos, la extraordinaria velocidad de “El Correcaminos”, intenta capturarlo mediante ingeniosas tretas, argucias y trampas, a menudo ayudado por distintas máquinas -siempre de la marca ACME-.

Durante cientos de episodios “El Coyote” va recogiendo un fracaso tras otro pues, a pesar de sus ingeniosas tentativas, nunca consigue capturar a “El Correcaminos”. Pero persiste, inasequible al desaliento, en su intento.

Apenas se han visto unos cuantos episodios, enseguida se intuye una certeza: “El Correcaminos” siempre gana y “El Coyote” siempre pierde. Pero esto no deja de ser un magnifico ejemplo de nuestra total incapacidad matemática. Una incapacidad muy peligrosa. Porque, a menudo, lo que nos pone en problemas no es lo que ignoramos, sino lo que creemos que sabemos pero que, en realidad, es un error.

En el caso de “El Coyote y el Correcaminos” la Teoría de Juegos nos demuestra que nuestra certeza intuida es falsa: Solo “El Coyote” puede ganar. “El Correcaminos” está perdido. Pero para ello, “El Coyote” tiene que seguir intentando capturar a “El Correcaminos” ad aeternum.

La probabilidad de que “El Coyote” capture a “El Correcaminos” es muy baja. Pero es finita. Si sigue intentándolo, en algún momento lo conseguirá.

Al principio de cada episodio “El Correcaminos” está libre, pero sujeto al acecho de “El Coyote”. En el transcurso de cada episodio, “El Correcaminos” puede perder porque “El Coyote” puede atraparlo. Al acabar el capítulo, en el mejor de los casos, “El Correcaminos” está como al principio. “El Coyote” también. Pero vuelve a tener su oportunidad con un artilugio ACME más sofisticado.

Nosotros somos “El Correcaminos”. Los virus como el SARS-CoV-2 son “El Coyote”. Nunca dejarán de perseguirnos. Y nosotros nunca podemos ganar. Solo escapar un día más.

La ciencia nos brinda nuestra extraordinaria velocidad. Y las mutaciones son los artilugios marca ACME con los que “El Coyote” intenta capturarnos.

Las mutaciones ocurren por azar. Seguirán ocurriendo siempre ayudando a “El Coyote” a atraparnos.

Para hacer ciencia hay que dedicarle esfuerzo, recursos y talento.

Pero, si no lo hacemos, “El Coyote” nos atrapará.

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