Mejor sólidos que purés. Marta Suárez González, dietista-nutricionista y tecnóloga de los alimentos que trabaja en el área de pediatría del HUCA, no tiene dudas: “Morder y masticar ayuda a desarrollar los músculos necesarios para el desarrollo del habla, siendo esta una de las razones, aunque no la más importante, por las que es importante introducir alimentos sólidos, incrementando gradualmente la variedad de texturas, aromas y apariencia”. No es la única que defiende los alimentos sólidos frente a las papillas. Profesionales de la enfermería de todo el país ya se posicionan a favor de reducir los purés en las comidas infantiles y dejar que los niños cojan con las manos y se lleven a la boca alimentos enteros, como frutas y verduras, puede ser una clave contra la obesidad.

 

La presidenta del Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas del Principado de Asturias, Verónica Sánchez apunta también sin demonizar los purés: “Los adultos también tomamos purés de vez en cuando, no veo que haya una edad límite para esta receta. Pero si se opta por una alimentación complementaria tradicional con purés se recomienda no demorar más allá de los nueve meses el ofrecer alimentos en trozos”. Claro está, siempre tomando las correspondientes medias de precaución para evitar atragantamientos. Precauciones, por ejemplo: con la manzana y la zanahoria cruda puede haber riesgo de atragantamiento, al igual que las uvas enteras, determinados frutos seco o palomitas.

Pero, ¿cuál es la alimentación idónea para un niño desde su nacimiento?

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Para Marta Suárez y Verónica Sánchez no hay duda: la lactancia materna. “Contiene todos los nutrientes necesarios para su correcto crecimiento y desarrollo, aportando beneficios para el sistema inmunológico del bebé y su salud a largo plazo”. Otra ventaja de la lactancia materna es también económica: un bote de leches de fórmula que dura aproximadamente una semana en los primeros meses ronda los diez euros. Si los padres optan por leche de fórmula, la de inicio está indicada hasta los seis meses y la de continuación hasta los 12 o 18 meses, si bien a partir del año se puede ofrecer a los bebés leche de vaca.

¿Y después? “La base de la alimentación de un niño deben ser los alimentos no procesados, materias primas como verduras y hortalizas, frutas, cereales como trigo (pan o pasta), arroz integral, patatas, legumbres, huevos, pescados y carnes (el consumo actual está por encima de lo aconsejable). En cualquier caso lo ideal es evitar alimentos ricos en sal, azúcar añadidos, grasas saturadas o trans”, explica la presidenta del Colegio.

¿Y qué hay de los purés? “Los purés de verduras o papillas de frutas pueden ocasionar problemas de aversión en el futuro ya que con este método el bebé no aprende a diferenciar la textura, color y sabor de las diferentes frutas y verduras. Además, los niños alimentados de esta manera tienen poco control de la cantidad de alimentos que ingieren, además de favorecer el estreñimiento al pelar las frutas y verduras y el retraso en la capacidad de masticar del niño”, precisa Marta Suárez.

Tanto Suárez como su colega Verónica Sánchez coinciden, no obstante, en que la introducción de alimentos sólidos no es únicamente una cuestión de edad. También hay que tener en cuenta que los bebes para ingerir sólidos deben poder mantenerse sentados con apoyo y mantener la cabeza erguida, mostrar interés por la comida de los demás, ser capaces de coger trozos de alimentos y llevárselos a la boca por sí mismos y tragar; es decir, hay que tener en cuenta que el niño no empuje instintivamente hacia fuera con la lengua los alimentos para evitar ahogarse, siendo esto el reflejo de extrusión.

“Los bebés prematuros o los que tienen alguna dificultad en su desarrollo tardarán más en conseguir esas habilidades necesitando comer con ayuda más tiempo. También hay que ser prudentes con los niños que tengan alguna enfermedad crónica o con riesgo de desnutrición. Siempre debemos seguir su evolución en el desarrollo con las tablas de crecimiento, observando junto con el pediatra que nuestro bebé coge peso y talla de manera adecuada”, puntualiza Suárez.

En definitiva, según esta dietista, a comer se aprende comiendo comida, no papillas ni purés. “Al ofrecerle alimentos cortados en trocitos permitimos que puedan comer de forma autónoma. Si introducimos nosotros la comida en la boca del bebé existen más posibilidades de que se atragante. También le permitimos desarrollar las habilidades necesarias para comer, aprendiendo primero a masticar antes que a tragar”, aclara.

A cualquier edad, insisten, el momento de la comida debería ser algo tranquilo y afable. “Dejar que vayan conociendo el mundo de los alimentos es importante para su desarrollo y podría facilitar las ganas de probar cosas nuevas”, subraya Verónica Sánchez.

Ambas dietistas-nutricionistas coinciden en que la obesidad se previene con hábitos saludables desde la infancia. “No podemos pretender que nuestros hijos coman fruta y verdura cuando sus padres no la consumen o que no abusen de alimentos procesados cuando se tiene la casa como un escaparate de bollería, galletas, chocolate, zumos… Debemos ser más conscientes de la importancia de la alimentación nuestra salud”, concluye Marta Suárez.

La experiencia de una madre: “Desde bebé ha sido una satisfacción verle comer”

La sierense Laura Vigil era madre primeriza de un niño cuando, a los seis meses de vida del bebé lo inició en la comida de sólidos. Brócoli, fréjoles, zanahorias, arroz, lentejas, garbanzos… formaron parte de su dieta a tan tierna edad. Igual que el pollo o la ternera. Todo en su versión adulta, en trozos sólidos, casi nunca en papillas. Algo que hizo que el propio bebé dirigiera desde el principio su comida. Nada de cucharadas “por papá” o “por mamá”. A “puñadinos” y aprendiendo a hacer pinza con los dedos cada día mejor, el pequeño se llevaba a la boca todos los alimentos. Cada día que pasaba, Leo iba resolvieno el almuerzo, la merienda y la cena con más pulcritud y menos escenario emporcado. Sus padres no podían estar más satisfechos de haber puesto en práctica el método “Baby Led Weaning” o alimentación dirigida por el bebé que cada vez gana más adeptos. Esta es la experiencia de su madre.

¿Quién les habló de la comida dirigida?

La primera vez que escuché el término fue de boca de una amiga matrona que me preguntó, cuando el niño era recién nacido, si íbamos a intentar el método. Después me informé, leí mucho al respecto y nos animamos desde el principio a intentarlo. Los libros del pediatra Carlos Gónzalez fueron mi inspiración.

¿Por qué les gustó la fórmula?

Creo que lo mejor de todo es la satisfacción que da ver a un bebé de 8 meses comer solo, a nuestro lado, a la vez que nosotros, con sus propias manos, feliz. Para ellos es un juego más.

¿No hubiera sido más cómodo una papilla?

A ver, en este aspecto hay que hacer diferencias. Respecto a rapidez y limpieza, hay que ser sinceros: los primeros meses tienes que armarte de paciencia y estar dispuesto a limpiar mucho. Puede pasar que nada llegue a la boca y todo a las paredes y suelo de la cocina. Poco a poco el bebé se va dando cuenta de que ya no es un juego y cada día va comiendo más y mejor. Pero por otro lado es súper cómodo. Sales de casa un día a comer fuera y no tienes que estar preocupado por llevar el termo con la papilla, o con las frutas trituradas. Simplemente tienes que pedir la opción saludable de la carta del restaurante y el bebé comerá lo que comas tú sin ningún problema.

¿Qué hacía su hijo con naturalidad que otros que conocía no hacían?

Lo que llamaba la atención respecto a niños de su misma edad o incluso mayores es que Leo comía cualquier tipo de textura sin ningún problema. No es necesario hacer la operación sólidos porque ya los comía desde el primer día. Ha aprendido a tener que masticar desde el primer día y la típica frase de las madres de que “en cuanto la papilla tiene grumos ya no la quieren” te la ahorras.

¿Qué opinaron en su entorno?

La verdad es que hubo de todo un poco, pero he de decir que en general a la gente que nos rodea les pareció bien todo. Mi madre, abuela de cuchara y papillas de las de antes, estaba encantada viendo al nieto “comer de todo como un paisano”. También es verdad que no somos extremistas con el método y si no estábamos en nuestra casa, aunque la comida que le diéramos fueran sólidos, le ayudábamos a comerla o se la dábamos con cuchara y no dejábamos que ensuciara todo. Cada vez fue ensuciando menos y siendo más limpio, pero es obvio que como un adulto tardó en hacerlo.

¿Conoce a muchas madres que le hubieran podido contar su experiencia?

Tengo alguna amiga que lo ha practicado con sus hijos y con la que comparto información y anécdotas, pero por lo general conozco más madres que han optado por el método tradicional.

¿Cuándo y cómo empezaron?

Empezamos justo después de los 6 meses de edad. Hasta entonces el niño tomó lactancia materna exclusiva y fue a partir de entonces cuando empezamos a alternar alguna papilla con sólidos que el mismo manipulaba, primero frutas y verduras y poco a poco fuimos introduciendo de todo.

¿Alguna experiencia divertida o chocante que recuerde?

Recuerdo el día que se nos ocurrió añadir salsa de tomate a la pasta que le dimos. Apenas tenía 7 meses y aún jugaba más con la comida de lo que realmente comía. Acabó con salsa de tomate hasta en las pestañas y la cocina quedó como un cuadro. Por otro lado algún susto sí que nos dio las primeras semanas hasta que aprendió a gestionar el tamaño de los bocados. Creo que es importante saber que se pueden atragantar, les pueden dar arcadas… y todo eso entra dentro de la normalidad. Pero yo creo que es importante informarse antes, para saber qué alimentos les podemos dar y cuales no, de qué manera se los tenemos que ofrecer, y sobre todo como actuar si se atragantase de verdad.

Con un año ¿qué comía su niño?

Lo mismo que nosotros. La comida por semana la hacía en una casa nido a la que empezó a ir con 7 meses. Los otros tres niños que iban también comían sólidos desde que iniciaron la alimentación complementaria, así que era muy prestoso porque comían los tres a la vez a la mesa como si fueran adultos. Nuestro hijo siempre llevaba un plato de cuchara. Decidimos hacerlo así para evitar tener que darle biberón en mi ausencia, ya que como dije antes los primeros meses comen poquito. El resto del tiempo, tanto para las cenas como los fines de semana, comía lo mismo que cocinamos para nosotros o con alguna pequeña modificación que lo hace más saludable (sin sal, sin grasas, sin azúcar).

Evitar el sobrepeso, enseñarle mejor a comer… ¿Qué les motivó?

Yo creo que no hay ningún motivo especial. Ni pensamos en la obesidad, ni creemos que las papillas sean malas ni nada de eso. Lo intentamos, nos gustó, perdimos el miedo al atragantamiento que al principio teníamos, y hoy por hoy estamos encantados. Solo tenemos al respecto una premisa. Nunca forzarle a comer. Si algún día no quiere algo, pues le ofrecemos otras alternativas, pero creemos que forzar a comer no ayuda para nada a hacer que el niño disfrute de la comida.