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Atención Psicología

Psiquiatría adaptada a los trastornos de niños y adolescentes, ¿es posible?

La creación de una especialidad, instada por el Congreso de los Diputados, da respuesta a un dato demoledor: el 70% de los problemas mentales comienzan antes de los 18 años Los trastornos mentales suponen el 16% de la carga de enfermedad en las personas de 10 a 19 años

15 junio, 2021

Elisa SEIJO ZAZO, psiquiatra responsable de atención infanto-juvenil del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA)

La psiquiatría de niños y adolescentes está generando un creciente interés en nuestra sociedad y entre los profesionales. ¿El motivo? El aumento de la prevalencia de trastornos mentales en estas edades, y la evidencia de que los trastornos mentales graves del adulto se gestan en la infancia y se consolidan en la adolescencia. Todo ello pone de manifiesto que un diagnóstico precoz y unas intervenciones terapéuticas eficaces influirán en las trayectorias evolutivas y podrán cambiar el curso de la enfermedad.

Es un hecho que no abordar los trastornos mentales de los menores tiene consecuencias que se extienden hasta la edad adulta. Repercusiones que afectan tanto a la salud física como a la mental, limitando las oportunidades de llevar una vida adulta satisfactoria. Así mismo, la actual situación de pandemia por covid-19 ha constatado que los niños y adolescentes con trastornos mentales constituyen una población vulnerable que requiere una atención especializada y diferenciada.

Desde hace años, tanto las sociedades científicas como la sociedad civil a través de diferentes plataformas demandan una regulación de la situación de la psiquiatría en España a este respecto. La especialidad de Psiquiatría Infanto-Juvenil sí está vigente y regulada en los países de nuestro entorno más próximo, como Grecia, Italia y Portugal, así como en el resto de Europa: Alemania, Dinamarca, Finlandia, Suecia, Bélgica, Francia, Holanda, Irlanda y Reino Unido. Pero en España aún no.
Tal y como queda reflejado en el Libro Blanco de la Psiquiatría del Niño y el Adolescente (2014), la situación actual, tras la transferencia de las competencias en materia sanitaria a las comunidades autónomas, es que cada una de ellas es responsable de la implantación de dispositivos de tratamiento de niños y adolescentes con problemas psiquiátricos. Por tanto, aunque de esta forma se asegura la oferta de una atención a niños y adolescentes en toda España, no hay homogeneidad en todo el territorio nacional, hasta el punto de que incluso la edad de la población de asistencia varía entre los distintos territorios.

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Mientras en algunas regiones alcanza hasta los 18 años, en otras es hasta los 16, llegando algunas comunidades a admitir únicamente a pacientes menores de 14 años. Como muestra de esta variabilidad, en Asturias la edad de atención en los centros de Salud Mental Infanto-Juvenil es distinta entre las áreas sanitarias.
Asimismo, al no existir una especialidad propia de Psiquiatría Infantil y Adolescente, la calidad de la atención ofrecida en cada comunidad autónoma depende necesariamente de la formación particular de cada profesional, ya que el personal implicado en esta atención normalmente no ha recibido una formación reglada y estandarizada.

No obstante, parece que esta situación está a punto de cambiar. En los últimos años se han dado muchos pasos encaminados a la creación de la especialidad de Psiquiatría de la Infancia y la Adolescencia. En 2006, se aprobó una proposición no de ley relativa al reconocimiento de la especialidad de Psiquiatría Infanto-Juvenil. En 2009, el Ministerio de Sanidad anunció la creación de la especialidad, y en febrero de 2012 se aprobó la moción del Grupo Parlamentario Mixto por la que se instaba al Gobierno a ponerla en marcha. No prosperó.

Posteriormente, hubo más avances. En enero de 2018 es aprobado el proyecto de real decreto que crea el título de médico especialista en Psiquiatría del Niño y el Adolescente, y se modifica el actual título de médico especialista en Psiquiatría por el de médico especialista en Psiquiatría del Adulto. La semana pasada, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, anunciaba que el proyecto del real decreto que establece la creación de la especialidad está finalizado en su tramitación y pendiente del Consejo de Estado. Finalmente, anteayer, el Congreso de los Diputados aprobó por unanimidad una proposición no de ley del PSOE que insta al Gobierno a prestar especial atención a la población joven con problemas de salud mental y dotar a los centros y unidades de salud mental, dentro del marco competencial, de los recursos necesarios y suficientes para su correcta atención. El texto de la proposición también propone “culminar la creación de la especialidad de Psiquiatría Infantil y de la Adolescencia”.

Gran parte de que todo este proceso de creación de una nueva especialidad médica se esté desarrollando con garantía se debe al indudable apoyo del Consejo Interterritorial de Sanidad y las juntas directivas de la SEP (Sociedad Española de Psiquiatría), AEPNYA (Asociación Española de Psiquiatría del Niño y Adolescente), SEPYPNA (Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y Adolescente) y AEN (Asociación Española de Neuropediatría).

Ahora cabe preguntarse: ¿Realmente existen trastornos mentales en la población infantil? Según las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente el 20 por ciento de los niños y adolescentes del mundo tienen trastornos mentales. Cerca de la mitad de estos problemas se manifiestan antes de los 14 años y más del 70 por ciento de todos los trastornos mentales comienzan antes de los 18 años. Se estima que una quinta parte de los adolescentes menores de 18 años padece algún problema de desarrollo emocional o de conducta, y que uno de cada ocho tiene en la actualidad un trastorno mental.
Estos datos se observan en todas las culturas. Los trastornos mentales representan el 16 por ciento de la carga mundial de enfermedades y lesiones en las personas de edades comprendidas entre 10 y 19 años. De hecho, los trastornos del comportamiento infantil (entre ellos el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad y los Trastornos de Conducta) son la segunda causa principal de la carga de morbilidad entre los adolescentes de edades comprendidas entre 10 y 14 años. Como dato más alarmante, cabe destacar que el suicidio es la tercera causa de muerte en el grupo de 15 a 19 años y la segunda entre 15 y 29 años. Si extrapolásemos estos datos a nuestra población, veríamos que de los 133.954 menores que viven el Principado (13 por ciento de la población), 26.791 sufrirán algún trastorno mental, llegando hasta los 1.665.151 casos en toda España.

Todos los investigadores y clínicos expertos están de acuerdo en que la demora en el diagnóstico y tratamiento de los problemas de salud mental de los niños y adolescentes condiciona seriamente su futuro, tiene consecuencias negativas en su desarrollo educativo y profesional, y supone un sufrimiento elevado para familiares y cuidadores, así como una carga económica y social para la familia y la sociedad.

Pero, a pesar de tener tratamientos eficaces, existe aún la creencia, en algunos ámbitos, de que no es posible tratar las enfermedades mentales. En el caso de los menores, persiste la argumentación de que los niños no se deprimen o que no tienen problemas de salud mental. Estas premisas conllevan una estigmatización y rechazo muy importantes, especialmente en esta etapa tan crucial del desarrollo.

Hasta ahora, en España, el abordaje de la enfermedad mental en la infancia y adolescencia está incluida dentro de las competencias de la especialidad de Psiquiatría. Pero sólo mediante una formación específica y reglada a través de la creación y dotación de la especialidad de Psiquiatría de la Infancia y Adolescencia se podrá conseguir la necesaria homogeneización en la atención y formación de profesionales entre las diferentes comunidades autónomas (y, por supuesto, dentro de una misma comunidad), garantizando así la identificación precoz y el tratamiento eficaz, aspectos fundamentales para asegurar el correcto desarrollo y evolución de estos menores. Asimismo, es necesario un desarrollo de los dispositivos asistenciales específicos, que actualmente son insuficientes para responder a la demanda real.

Debemos tomar conciencia de la gravedad de los problemas derivados de una falta de atención especializada y de calidad a esta franja de población tan vulnerable, con sus características específicas y diferenciadas de las de los adultos, a quienes la sociedad y, por supuesto, los profesionales de la salud tenemos el deber de cuidar y proteger.