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¿Qué es la inmunosenescencia y cómo afecta en el covid?

El virus es más agresivo frente a las defensas envejecidas | La pandemia de coronavirus ha realzado el decisivo papel del sistema inmune El deterioro del mecanismo protector del organismo puede ralentizarse con dieta adecuada, ejercicio físico y otros hábitos saludables

21 marzo, 2021

Rebeca ALONSO ARIAS,  especialista en inmunología del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA)

La pandemia de covid-19 ha incorporado a nuestro vocabulario cotidiano conceptos que apenas habíamos manejado con anterioridad. Uno de ellos es “sistema inmune”. ¿Qué es el sistema inmune? Pocos lectores sabrán que está constituido por leucocitos, que son como la infantería que nos defiende frente a las enfermedades. Y que, dentro de esta plantilla de “soldados”, hay un tipo específico, los linfocitos T, encargados de reconocer y atacar específicamente a los microorganismos. Además, se encargan de activar otros mecanismos de defensa, como la producción de anticuerpos.

El envejecimiento del ejército defensivo. Un factor determinante en la infección por SARS-CoV-2 es la “inmunosenescencia”. Esta palabra designa el deterioro paulatino del sistema inmune provocado por el paso de los años. Y afecta tanto a la capacidad del organismo para responder a las infecciones, como al desarrollo -especialmente mediante la vacunación- de memoria inmune a largo plazo, o sea, de protección por muchos años. Pero expliquemos antes algunos fundamentos.

De desconocido a famoso. El sistema inmune es muy desconocido porque no se asocia a un órgano concreto o a una función vital fácil de objetivar. Como tantas cosas, se habla de él cuando no funciona correctamente y se le ignora cuando realiza su función con un adecuado control de las infecciones o del desarrollo de tumores. En los últimos meses nos hemos familiarizado con este apasionante aspecto de la fisiología humana. Se ha vuelto común especular sobre la cantidad de anticuerpos que seremos capaces de generar en respuesta a la infección, si la vacunación será eficaz en generar memoria inmunológica o qué hace que se produzca la fatal tormenta de citocinas que puede llegar a comprometer la vida de los pacientes.

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El hándicap de hacerse mayor. Todos hemos asumido también que los ancianos son los individuos más vulnerables, presentando las mayores tasas de mortalidad y planteándose sobre ellos las mayores dudas sobre la eficacia de su sistema inmune para protegerlos frente al covid-19 u otras enfermedades. La realidad es que, en el transcurso de la vida, se van produciendo una serie de cambios que conducen a un deterioro de la respuesta inmune y que contribuyen a esta situación de indefensión. El conjunto de estas alteraciones recibe el nombre de inmunosenescencia y, para entender en qué consiste, es necesario comprender cómo funciona el sistema inmune.

¿Qué son los linfocitos T? Se trata de unos leucocitos que se producen en la médula ósea y alcanzan su madurez en un pequeño órgano llamado timo, emplazado entre el corazón y el esternón. En los primeros años de nuestra vida se genera una gran cantidad de linfocitos T diferentes entre sí y capaces, por tanto, de reconocer numerosos patógenos. Se denominan linfocitos T vírgenes. Sin embargo, el timo comienza a atrofiarse muy pronto, en la pubertad, frenándose la producción de estas células, lo que hace que vaya disminuyendo su diversidad y, por tanto, el número de microorganismos que son capaces de reconocer.

Los soldados “vírgenes”. Los linfocitos T vírgenes circularán incansablemente por nuestra sangre y nuestro sistema linfático en busca de agentes infecciosos. Un hecho curioso es que actúan de oficio: antes de que un virus o una bacteria nos infecten, en nuestro organismo ya estarán circulando linfocitos T capaces de reconocerlos y de defendernos frente a ellos. Inicialmente, estas células inexpertas necesitan de varios días para ser capaces de organizar una respuesta adecuada frente a la infección. Unas pocas células se dividirán y darán lugar a un pequeño ejército de linfocitos T, idénticos unos a otros y específicos para el patógeno que desencadenó la respuesta.

Un batallón crece, otro mengua. Una vez que consiguen controlar la infección, quedarán como células de memoria, entre 10 y 100 veces más frecuentes que los linfocitos T vírgenes y mucho más rápidos y eficaces en su respuesta. De este modo, a medida que vamos sufriendo infecciones a lo largo de la vida, por patógenos nuevos o que ya nos hayan infectado previamente, se va produciendo un cambio en los linfocitos T. Cada vez tendremos más células de memoria, muy eficaces y numerosas para protegernos de patógenos conocidos, pero menos linfocitos T vírgenes, necesarios para defendernos frente a nuevas infecciones.

La infantería envejecida. La infección por SARS-CoV-2 es un claro ejemplo de lo que sucede cuando un patógeno que no nos ha infectado antes, y frente al que no tenemos memoria previa, infecta masivamente a la población. Aquellos individuos capaces de reconocer al virus y de generar una respuesta eficaz frente a él presentarán un conjunto limitado de síntomas. Mientras tanto, aquellos que ya no dispongan de un repertorio suficientemente variado de linfocitos T vírgenes y no puedan reconocerlo, probablemente tendrán una respuesta deficiente, una eliminación ineficaz del virus y síntomas graves.
Inflamación crónica. Esta escasez de linfocitos T vírgenes es una de las principales características de la inmunosenescencia. Suele ir acompañada de inflamación crónica en aquellos individuos que la presentan. La inflamación, como mecanismo inmunológico, supone una defensa temprana frente a la infección, que no distingue entre unos microorganismos y otros y que cesa cuando desaparece.

Una respuesta equivocada del cuerpo. Hay una serie de moléculas en algunas células inmunológicas que van a ser capaces de detectar que algo no va bien en interior o en el exterior celular, y de este modo identifican la invasión de nuestro organismo por patógenos o que se está produciendo daño en nuestros tejidos. Estos receptores, en el anciano, detectan el deterioro celular provocado por el envejecimiento y responden de manera equivocada como si hubiera una infección persistente. La consecuencia es una inflamación crónica que provoca un aumento en la mortalidad y morbilidad en los ancianos y contribuye a muchas de las patologías crónicas asociadas al envejecimiento como la diabetes tipo 2, las enfermedades cardiovasculares o las enfermedades neurodegenerativas.

Inmunosenescencia en jóvenes. La inflamación continuada también contribuye a deteriorar aún más al sistema inmunitario y a incrementar, por tanto, el riesgo de infecciones y cáncer. Además, muchas enfermedades inflamatorias provocan alteraciones en el sistema inmune que tienen como consecuencia la inmunosenescencia en individuos jóvenes, demostrando que no es un proceso exclusivo de los ancianos.

A los cien años mejor que a los ochenta. Sin embargo, es un hecho evidente que no todos envejecemos igual, ni física ni inmunológicamente. El mejor ejemplo son los individuos centenarios que mantienen un correcto funcionamiento de su sistema inmune, no presentan inmunosenescencia ni inflamación crónica y permanecen sanos toda su vida. Un dato muy significativo: si estudias población de entre 70 y 80 años (o incluso menos) puedes hallar mucho más deterioro inmune que por encima de los 90. Porque estos últimos ya han superado un proceso de selección natural: tienen menos inmunosenescencia y sobreviven. Por eso los centenarios tienen sistemas inmunes que no corresponderían con su edad, sino mucho más “jóvenes”.

Claves de la calidad de vida. Las estrategias que ayuden a evitar estos procesos permitirán alcanzar un envejecimiento saludable y serán las mismas que ayudan a reducir el riesgo de las enfermedades crónicas previamente mencionadas. Una dieta equilibrada y rica en alimentos antioxidantes, desplegar hábitos saludables y, de modo fundamental, realizar actividad física han demostrado efectos beneficiosos sobre el mantenimiento de una adecuada respuesta inmunológica y una potente capacidad anti-inflamatoria. Mantener a nuestro sistema inmune en buenas condiciones nos ayudará no solo a tener una vida más longeva, sino también a envejecer con salud y, por consiguiente, con una mejor calidad de vida.

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