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Salud

Descuidar la Hipertensión y la Diabetes nos puede costar un riñón

19 noviembre, 2019

Rafael Selgas
Jefe del Servicio de Nefrología del Hospital Universitario La Paz, de Madrid. Miembro del Instituto de Investigación del Hospital. Profesor titular de Nefrología de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid

El corazón es más importante, es más vital pero…, el riñón tiene una estructura más compleja. Y actualmente el corazón se puede sustituir por un dispositivo artificial, lo que es imposible con el riñón.

Sin embargo, cuando se analiza la función renal, cómo se produce, cómo se maneja a partir de la sangre la producción de la orina, con un objetivo tan fino como es depurarla de desechos pero mantenerla intacta en composición, se comprueba que actúan células muy específicas y, a su vez, específicamente dispuestas.

El riñón está formado por múltiples tipos de células y no basta con estimular su producción a través de las células madre para conseguir una regeneración de los tejidos dañados.

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Para la auto reparación o auto sustitución hay que conseguir interrelacionarlas para que funcionen bien.

No vale conseguir un acúmulo de células. El riñón necesita que todas esas células estén en adecuadas posiciones para que la interrelación se mantenga.

De manera que, aunque la investigación en este campo puede ser fundamental en el futuro, estamos todavía muy lejos de construir un verdadero riñón artificial completo y productor de todo lo que hace.

Otro asunto, como ya se ha comentado, es la consecución de tratamientos específicos para determinados deterioros renales.

La fina línea de la conexión renal y cardiovascular

Existen una serie de tendencias poblacionales que marcan la salud renal, y de su análisis resulta que no están nada lejos de la salud cardiovascular en general.

La diabetes es uno de los grandes enemigos de las enfermedades renales. La Hipertensión arterial es el otro conjunto. Ambas se intercomunican con la aparición de enfermedades renales y son enormemente prevalentes.

Son enfermedades vinculadas al envejecimiento de la población, pero también a los hábitos de vida.

El riñón envejece inevitablemente, las personas mayores tienen menos función renal que 30 años atrás, y esto deriva inevitablemente en problemas renales. Pero ese envejecimiento se potencia extraordinariamente por factores metabólicos como es la diabetes o factores cardiovasculares como la hipertensión.

Del mismo modo, las posibles infecciones que vienen del aparato urinario: alteraciones ureterales, alteraciones de las vías urinarias o cánceres del sistema urológico. Todo eso también produce patología renal indirecta.

Todo este conjunto de patologías hay que tratarlas en origen, es decir, corresponden a otras especialidades médicas.

50 veces
pasa toda la sangre por
los riñones cada jornada
2 litros
de productos de desecho y agua
convierten cada día en orina
4 millones
de personas padecen enfermedad
renal crónica en España

Muchas veces el riñón es víctima de otros órganos

Un 10% de la población padece algún tipo de enfermedad renal y sabemos demasiado poco de este órgano, por lo que resulta conveniente transmitir unas nociones generales de cómo está hoy la investigación médica sobre el riñón.

Para empezar, y en cuanto a daños, podemos hablar de daños profundos o totales, o bien de que resulte afectado por pequeñas alteraciones transitorias, temporales, que se curan y que no dejan huella o la dejan mínimamente.

Además, podríamos dividir la patología renal entre enfermedades primarias, o propiamente del riñón, y las sistémicas o enfermedades de otros órganos donde el riñón es meramente una víctima.

A las segundas corresponden situaciones en las que el riñón sufre el impacto de una enfermedad de otro órgano. Por ejemplo, el síndrome cardio-renal: cuando el corazón funciona mal, el riñón funciona mal y eso es una servidumbre que tiene el órgano. Le pasa lo mismo con el hígado.

Existen, por tanto, múltiples situaciones en las que el riñón se ve afectado.

Las más típicas son las urgencias derivadas de las gastroenteritis -víricas o bacterianas-, de las pérdidas de líquidos.

Conducen a fracasos renales que generalmente son más benignos, se resuelven bien y se atienden en las urgencias de los hospitales.

Del mismo modo nos enfrentamos a otro tipo de situaciones que representan un punto débil de la medicina hospitalaria en la que el riñón sufre mucho: se trata de los cuadros sépticos, la sepsis -el envenenamiento de la sangre en lenguaje coloquial.

La sepsis altera profundamente la repuesta renal y lleva a producir un fracaso importante del órgano. Tanto que puede poner en riesgo la vida del paciente.

Otras situaciones que forman parte de la cotidiano en la asistencia hospitalaria y de la interconsulta hospitalaria son los trastornos hidroelectrolíticos.

Por ejemplo, la hiponatremia, que son los trastornos del sodio en sangre. Es una situación bastante frecuente que puede producir edema cerebral. La hiperpotasemia, caracterizada por una defectuosa eliminación del potasio en sangre, es otra patología frecuente.

Este mal funcionamiento puede afectar a la función cardíaca, muscular o respiratoria de manera grave. Pero afortunadamente, en los últimos años se han desarrollado tratamientos farmacológicos específicos que han mejorado el rendimiento y la salida de estas situaciones.

Para el segundo de los casos se utiliza como principio activo el ciclosilicato de sodio y zirconio, que es un agente eliminador de potasio altamente selectivo que se administra por vía oral.

Patologías propias del riñón

Abarcan desde las enfermedades de origen genético a las de origen inmunológico.

Las de origen genético se manifiestan habitualmente en la edad pediátrica y su evolución pasa en ocasiones por la resolución (curación) y en la mayoría de los casos se cronifican hacia la edad adulta.

En otras ocasiones, estas patologías hereditarias se desarrollan en la segunda, tercera, cuarta o quinta década de la vida. Son enfermedades que significan mucho porque destruyen de una manera lenta el riñón.

Por ejemplo, la poliquistosis renal del adulto. Provocan el 10% de los cuadros de diálisis o trasplante de riñón.

El pasado año se ha implantado una nueva terapia específica para su tratamiento que se está desarrollando con éxito. Se consigue con esta terapia farmacológica la reducción del crecimiento de los quistes.

El principio activo es el tolvaptán, que bloquea el efecto de la vasopresina, una hormona que participa en la formación de quistes en los riñones de forma que ralentiza su desarrollo, reduce los síntomas de la enfermedad y aumenta la producción de orina.

En este campo resulta importante el diagnóstico genético específico. Las pruebas que se realizan se basan en un panel específico. Un panel que se compone de 300 genes y que busca enfermedades renales de origen hereditario.

Detectan, además, posibles enfermedades donde el riñón forma parte del problema. Básicamente, estas técnicas resultan extraordinariamente eficaces para el diagnóstico y en menor medida, en estos momentos, para el tratamiento. No obstante, también se han producido avances en este terreno.

La enfermedad de Fabry, por ejemplo, es una enfermedad de depósito en el sistema vascular. Y se deposita en los vasos del riñón, en los vasos del cerebro, en los vasos del corazón…

Esta patología la tratamos con reemplazo enzimático -la provoca la falta de una encima- o con una manipulación de la producción de la encima.

Son las nuevas terapias que estamos aplicando, las de la manipulación de la síntesis proteica. Un campo en investigación, pero que ya está dando sus frutos.

Las otras, las enfermedades de origen inmunológíco, hay que destacar el grupo de las glomerulonefritis y corresponden a un gran capítulo de la nefrología.

El trasplante renal es mejor que la diálisis, pero tampoco es perfecto

Diálisis y trasplante son las principales consecuencias del fracaso renal y donde confiamos conseguir mejores resultados a medio plazo. Son situaciones en las que la enfermedad, con independencia de su origen, limita la actividad del órgano por debajo del 5%.

Esta situación es incompatible con la vida y por lo tanto precisa la sustitución, bien por diálisis – hemodiálisis o diálisis peritoneal- o el trasplante.

En el día a día de un hospital representa la mitad de nuestro trabajo. La otra mitad es la nefrología clínica que es la que atiende a la progresión, a las enfermedades hereditarias, a las enfermedades susceptibles de tratamiento farmacológico.

La diálisis, actualmente, ofrece una calidad de vida excesivamente mediatizada. A pesar de que trabajamos para convertirla en algo más llevadero para el paciente, a día de hoy no se han producido avances significativos.

El trasplante renal reemplaza de manera mucho más completa la falta de funcionamiento del órgano, pero tiene todavía demasiadas servidumbres.

Uno vive con un trasplante, pero vive inmunodeprimido, lo cual entraña riesgos de asaltos exteriores, infecciosos, desarrollos internos de enfermedades tumorales o trastornos metabólicos.

Así, en el campo de los avances hay visos de que en un futuro no muy lejano se permita la identificación profunda de defectos genéticos y su posibilidad de manipulación, es decir, lo que podríamos llamar la reparación del defecto genético.

El trabajo consiste en detectar células que acumulan defectos o productos defectuosos del metabolismo y que con un recambio de una proteína concreta erradicarían la enfermedad.

Pero obtener un órgano artificial -pequeño, sin efectos secundarios y que no merme la calidad de vida del paciente- que haga todas las funciones del riñón, se hace en la actualidad enormemente difícil de concebir. Entre otras, por las múltiples complejidades que tiene el proceso de la producción de la orina y de las misiones endocrinas del propio riñón.

Una dificultad añadida que se pone claramente de manifiesto en la investigación que se efectúa para el desarrollo de tratamientos con células madre.

La receta para mantener sanos los riñones

Evitar enfermedades renales, como sucede en cualquier otro tipo de patologías, depende en buena medida de la adopción de medidas preventivas en nuestros hábitos de vida y del cuidado que le demos a los otros órganos de nuestro cuerpo.

En términos generales se puede indicar que es preciso cuidar la alimentación en primer lugar, beber abundantes líquidos, no abusar de los líquidos derivados de la fructosa, porque eso conlleva riesgos para la buena salud renal a medio y largo plazo. Por tanto, líquidos abundantes pero los apropiados.

Con respecto a la dieta, lo importante es que sea equilibrada y mantenernos en el peso ideal. Es decir, evitar la obesidad, que supone la puerta de entrada a la diabetes.

La obesidad sobrecarga el riñón, le afecta directamente, le exige trabajar más y lo envejece de manera prematura. Del mismo modo, abusar de una dieta hiperproteica produce una sobrecarga de trabajo, y si se mantiene de manera sostenida en el tiempo puede resultar contraproducente.

Asimismo, hay dos hábitos que son nefastos, en general, y en particular dañan al riñón: tabaco y algunas drogas como la cocaína o similares y el alcohol. Son vasoconstrictores y dañinos para los vasos renales. Después hay que hablar de protección. Uno debe conocer su presión arterial. A partir de cierta edad hay que vigilarla y mantenerla en rango. Existen numerosos medicamentos apropiados para ello que prescriben los médicos de Atención Primaria.

No menos importante es evitar el abuso de fármacos. Algunos medicamentos están sobre utilizados por parte de la población. Y hay que tener en cuenta que todos acaban siendo depurados en el riñón.

Por eso es importante mantenernos vigilantes contra la potencial nefrotoxicidad de los inflamatorios no esteroideos, como el Ibuprofeno o el Diclofenaco.

La sobre medicación de estos fármacos perjudica al riñón e injustificablemente –se automedican– las personas mayores, que tienen menor función renal, abusan de ellos. En cambio, existen otros medicamentos, como el paracetamol que no es un antiinflamatorio no esteroideo, y que sí que lo podemos considerar nefroprotector renal. Lo consideramos nefrosaludable a efectos de analgesia.

La nefrotoxicidad de los fármacos se establece cuando se desarrollan y se hace pública. Los profesionales de la medicina la conocen y a la hora de prescribirlos son conscientes de ello.

El especialista
RafaeL SELGAS

Jefe del Servicio de Nefrología del Hospital Universitario La Paz de Madrid.

Membro del Instituto de Investigación del mismo Hospital La Paz.

Profesor Titular de Nefrología de la Universidad Autónoma de Madrid.

Ha participado en más de 500 proyectos de investigación. Los últimos, en la definición de estrategias farmacológicas y moleculares para la inhibición de la transición mesotelial a mesenquimal (MMT) y el papel del estrés oxidativo y del FGF-21 en la progresión de la arteriosclerosis y el síndrome metabólico en pacientes en diálisis.