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Salud

¿Está nuestra vida llena de bacterias?

01 febrero, 2020

Héctor Díaz-Alejo (Investigador de la Cátedra de Genética de la UCM); Rocío Martínez (Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. Investigadora de la Cátedra de Genética de la UCM); Paloma Martínez-Alesón (Investigadora en una Empresa de Base Tecnológica); Carmen Romero, fotografía.

Vivimos en un mundo de microorganismos. El número de ellos es infinitamente superior al de cualquier ser vivo visible. Ni aves, ni hormigas, ni plantas… Ni siquiera nosotros, los humanos, somos los verdaderos reyes en este planeta. Lo son los microorganismos.

Seres que son una única célula (y a veces ni eso, como los virus) y que pueden estar, literalmente, hasta dentro de las piedras. Nuestro propio organismo tiene un mayor número de células bacterianas que de células propiamente humanas. La función que realizan es fundamental para nuestra supervivencia.

Y aunque sólo nombrarlos da un poco de miedo y enseguida pensamos que son un peligro, lo cierto es que, la gran mayoría de todos los microbios son organismos que viven en el ambiente y a los que importamos más bien poco. Somos nosotros los que en el transcurso de un día entramos en íntimo contacto con ellos y nos los llevamos de un sitio a otro. Cuando agarramos la barra del autobús y luego nos tocamos la cara. Cuando apoyamos el bolso en el suelo y al llegar a casa lo dejamos encima de la cama o de la encimera de la cocina. Cuando contestamos el whatsapp mientras comemos… Pero… ¿es esto realmente así?

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Con el objetivo de esclarecer de qué estamos rodeados (microbiológicamente hablando) en nuestro salón, en la calle, en la tienda y hasta en nuestra cama, hemos salido comprobarlo.

Así hicimos el experimento

1. Con bastoncillos estériles (en los que cualquier tipo de vida que pudiera estar presente ha sido eliminada) frotamos las superficies en las que queremos ver, de una forma aproximada, qué cantidad de bacterias hay, y de qué tipo. Al frotar, los microorganismos que pudieran encontrarse en las superficies son arrastrados y se quedan en el bastoncillo.

2. Preparamos, en una especie de cajitas redondas llamadas ‘placas’, los medios de cultivo, que son una fuente de alimentación para los microorganismos. Y los hacemos de dos tipos: ‘no selectivos’(que dejan crecer un gran espectro de especies) o selectivos, indicados para identificar organismos con características específicas. En pocos días veremos crecer millones de individuos.

3. Posteriormente se realiza la siembra de los microorganismos. Frotando el bastoncillo en los medios de cultivo las bacterias que habían sido arrastradas quedan pegadas al medio.

Y dentro de la placa, con una gran cantidad de nutrientes para desarrollarse, crecen a un ritmo de varias generaciones por hora. Para que se hagan una idea los no iniciados, tras tenerlos dos días a 37ºC la cantidad de individuos en cada colonia es tal que se llegan a ver a simple vista. Y cada colonia es uno de esos puntitos que en estas páginas va a poder ver en las fotos de las placas.

Pero recuerde que cada colonia empezó desde una única célula. Los lugares donde se quiso observar esta presencia de microorganismos son sitios corrientes como el transporte público, una cafetería del centro, o un parque donde juegan los niños…

También estudiamos cómo se distribuyen en nuestra vida doméstica: en la cocina, el sofá, la compra del súper, la bañera y más de 30 lugares de nuestro día a día. Y para comprobar si realmente los microorganismos se pegan a nosotros, comenzamos la mañana poniendo el dedo de una mano teóricamente limpia en medio de un cultivo, antes y después de desinfectarse las manos.

¡Sorprendente!Y seguro que aumenta la confianza en el lavado de manos.

En general los resultados obtenidos son muy reveladores. En prácticamente todos los sitios muestreados ha habido presencia de bacterias capaces de crecer en nuestro medio de cultivo no selectivo. Entre los productos del supermercado es llamativo cómo el tomate antes y después de ser lavado tiene una gran disminución en la cantidad de bacterias que han crecido. Y de qué manera una fruta, en este caso un albaricoque, ha demostrado tener una gran diversidad de bacterias en su superficie.

Sorprendentemente, lugares a priori sucios y antihigiénicos como las barras del metro o del autobús son los que menos colonias de bacterias han presentado. En parte porque era por la mañana, pero sobre todo por los fuertes productos desinfectantes con que se limpia. En los suelos, eso sí, la lógica se cumple: está llenos de vida. Todo está repleto de microorganismos.

Dos horas después de la ducha la mano está plagada de bacterias

Y en casa ocurre lo mismo. Entramos con los mismos zapatos de la calle, literalmente hasta la cocina. Bajamos a pasear al perro, que igualmente se pasea por nuestra casa e incluso se sube al sofá, etc, etc… Dentro de la casa destacan dos sitios: baño y cocina. El fregadero, la encimera y el suelo de la cocina tienen una gran carga bacteriana, parecidas a las de la bañera o el suelo del baño. Pero también hay en la almohada, la colcha de la cama y el sofá. Por supuesto, se han encontrado en el teléfono móvil, en monedas, billetes y en el volante del coche.

Además de las pruebas para ver bacterias en general, preparamos un medio de cultivo específico para bacterias coliformes,organismos del grupo de Escherichia coli que pueden servir como indicador de contaminación fecal. Y hay un sitio poco agradable donde crecen estos organismos: la bayeta usada en el bar.

Otro medio específico utilizado ha sido para clostridios, bacterias donde se encuadran las causantes del tétanos,por ejemplo. Los diferentes suelos de la calle, así como el felpudo de entrada a la casa, han sido los que más clostridios han presentado. Pero también estaban presentes en gran cantidad en el ‘plato’ del perro. Esto sugiere que tal vez no sea muy buena idea dejarse lamer mucho por ellos. Y menos en nuestra cara.

Pero sin duda, lo que más muestra la efectividad de tener una buena higiene ha sido el experimento del dedo de la mano. En el medio de cultivo sembrado con la mano teóricamente limpia han crecido colonias que delimitaban perfectamente el contorno del dedo. Y una vez lavada con desinfectante, la misma mano, no ha crecido ni una colonia.

El experimento ha sido la demostración de lo que cualquier científico sabe: estamos rodeados de bacterias. Es algo normal. Por esa razón apoyar los cubiertos en un plato o en la servilleta limpia es mejor opción que hacerlo sobre la mesa directamente. Y tal vez sea mejor quedarse de pie en el metro antes que sentarse en el suelo, sobre todo si lo hacemos con la misma ropa con la que un rato después nos sentaremos en el sofá de casa o encima de la cama para descansar. También es recomendable no‘atacar’ el frigorífico sin lavarse las manos.

Son simples ejemplos que pueden servir para ayudar a mentalizarnos y que recuperemos viejos y saludables hábitos. Pero no hay motivo de alarma. Así ha sido y será: los microbios van a estar siempre ahí. Y sin preocuparnos en exceso, será bueno no descuidar unos hábitos que nos pueden poner demasiado en contacto con ellos.

Este experimento es simplemente una aproximación. Serían necesarios más experimentos para llegar a mayores conclusiones sobre el estudio de los microorganismos en nuestro entorno próximo y de cómo podría llegar a afectarnos.

En la casa

No hay motivos para la alarma pero nuestros expertos recomiendan recuperar las costumbres de hace medio siglo y apostar por la higiene, sobre todo en nuestros hogares. Si nos ponemos a ello seguro que no tardaremos en incorporar a nuestra vida, como hábito, las recomendaciones de la abuela: “Hay que lavarse las manos y la cara. Hay que quitarse los zapatos y ponerse las zapatillas (que no pisen la calle). Ponte la ropa de estar en casa, no subas los pies al sofá…”

Todo ello contribuirá a reducir el número de bacterias que hay en casa, que no son pocas. Y si la realidad de nuestro experimento es que la mayoría de las encontradas son inocuas, no debemos olvidar que donde vive una buena puede vivir una mala.

Empezando por la puerta de la casa nos encontramos con el felpudo.Como es lógico, presenta una gran riqueza de microorganismos porque
quita la suciedad pero no aporta higiene. Eso sí, no debería ser algo que ponemos un día y se mantiene hasta que se desintegra por el uso. Se puede limpiar y desinfectar de vez en cuando.

De ahí nos vamos al suelo del baño y la cocina, que han presentado una importante concentración de bacterias, en cantidad y en variedad.Es lógico. Son dos zonas muy del gusto de los microorganismos por la humedad. Por cierto, que vigilar las zonas humedas es un consejo extensible a los paños de cocina y las toallas, en especial la de los pies. En ellas las bacterias encontrarán, además, trozos de piel, polvo… con los que alimentarse.

Impactante fue también la encimera de la cocina. Sería un buen propósito no depositar en ella las bolsas de la compra al llegar a casa. Ni las llaves, ni el móvil, ni los bolsos o las mochilas. Y puestos a limpiar la encimera, ¿qué tal si limpiamos antes la bayeta? Podemos dejarla en agua con un poquito de lejía cada noche y aclararla con jabón por la mañana. Nos llevará pocos minutos.

Una mención especial al bolso: no olvidemos que dentro puede llevar tesoros, pero por fuera lo hemos apoyado en el suelo del bar, del autobús… y es fácil que acabe en el sofá, encima de la almohada o en el comedor.

Otro consejos rápidos serían que hay que lavar con cierta frecuencia la bolsa de deporte (por dentro), no usar el móvil mientras comemos…

En la calle y en el transporte

Salir de casa y encontrarse con billones de microorganismos es lo que ha ocurrido siempre. Ellos estaban mucho antes que nosotros y convivimos desde el primer día. Los hay buenos, indiferentes y malos. Y aunque de la gran mayoría no hay razones para preocuparse, nunca sobra la higiene.

En nuestro experimento por las zonas de la vida diaria, realizado en Madrid, nos sorprendió favorablemente la limpieza del transporte público, del Metro y del autobús. Tanto de las barras a las que nos agarramos como de los asientos. Probablemente todos ellos bien desinfectados esa mañana.

El suelo, sin embargo, tenía tantas bacterias como la calle. Otro punto en el que recogimos muestras fue en un parque infantil, justo donde estaban jugando unos niños de sillita. El tobogán y el columpio estaban más ‘limpios’ de lo esperado, pero el suelo… El tipo de bacterias y hongos ahí encontrados no asusta pero sí que recomienda que acudamos con un frasquito de líquido desinfectante para limpiarles las manos al salir.

Tampoco es recomendable que coman en el parque, no sólo por las bacterias sino también porque jugando no mastican bien ni hacen buena
digestión.

En la tienda

Del súper salimos con la convicción de que los nuevos sistemas de paletizado y retractilado con que se protegen los artículos en el almacén y en el trasporte, funcionan. Brick de leche, latas, bolsas…no tenían muchas ni muy variadas bacterias, aunque algunas resultaron de crecimiento rápido.

En cuanto a la fruta, quedó demostrado una vez más la importancia de lavarla seriamente para quitar bacterias incluso Beta hemolíticas como la que apareció en el tomate.

A continuación explicamos los tres tipos de bacterias que más hemos encontrado de entre las que podrían ser patógenos.

Bacterias tipo Clostridium

Son el grupo de bacterias a que pertenecen las causantes de enfermedades como el tétanos, pero también pertenecen a este tipo un gran número de bacterias que viven en el ambiente de forma normal, así como bacterias que viven en nuestro intestino sin mayores consecuencias.
Se caracterizan por ser muy resistentes, y aunque sólo puedan crecer y reproducirse en condiciones especiales (sólo en ausencia de oxígeno), pueden aguantar muy bien la adversidad. Algunas de estas bacterias pueden ocasionar diarreas.

Beta hemolíticas

Son bacterias con capacidad de degradar completamente la hemoglobina de la sangre. Suelen ser bacterias patógenas que pueden producir enfermedades graves, como algunos estreptococos.

Bacterias coliformes

Son bacterias que no suelen ser patógenas pero que pueden servir de indicador de contaminación fecal, con lo que dan idea de la presencia de otros organismos patógenos.

¡ATENCIÓN!

Probablemente para los menos expertos sean los tres resultados más sorprendentes. El plato del perro ha sido la superficie con más densidad y variedad de bacterias. Es el lugar donde nuestra querida mascota mete su hocico y su lengua. Y vistos los resultados habría que insistir en que quizás no es buena idea dejar que nuestra mascota nos lama la cara, y mucho menos la boca.

El bolso también puede parecer una novedad, si bien basta pensar un poco para darse cuenta. Es un complemento muy personal, pero lo dejamos en el suelo de la oficina, el asiento del transporte público… y su parte inferior acaba teniendo casi tanta vida bacteriana como la suela de los zapatos. Sólo que el bolso lo podemos dejar sobre la encimera de la cocina, en la mesa del comedor, encima de la almohada, las sábanas… y es un hábito que deberíamos desterrar.

Y finalmente está la bayeta del bar. De un bar que cualquiera consideraría limpio y con un baño limpio.Pero la bayeta necesita una
higiene muy especial para evitar que ensucie en vez de limpiar. Hay que hervirla con frecuencia y con productos desinfectantes que estén permitidos. Hay que tener varias y cambiarlas cada poco tiempo. Porque si su función es recoger todo lo malo que hay sobre una mesa, mejor no llevarlo luego a otra.

En la bayeta aquí analizada encontramos clostridios, bacterias beta hemolíticas, Coliformes… Demasiadas para dejar limpia una mesa o la barra del bar en las que depositaremos comida o los cubiertos para tomar un pinchito.