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Estudio de seroprevalencia: demasiados infectados para controlar, pocos para proteger y riesgo de rebrote rápido

  • El número de infectados es demasiado grande como para permitir un control eficaz mediante el seguimiento minucioso de los infectados
  • Pero el número de personas inmunizadas todavía es demasiado pequeño para proteger a la población
  • El estudio sugiere que la infectividad puede ser significativamente mayor de lo que pensábamos y el virus podría rebrotar rápidamente
  • Se incrementan las pruebas de que la desescalada favorece al coronavirus: El contagio aumentó el 30%.Y ocurre desde Alemania a Corea

15 mayo, 2020

Eduardo Costas.
Catedrático de Genética de la UCM.
ACADÉMICO CORRESPONDIENTE DE LA REAL ACADEMIA NACIONAL DE FARMACIA
Victoria López Rodas.
Catedrática de Genética de la Universidad Complutense.

La reciente publicación de los primeros datos del estudio de seroprevalencia frente al SARS-CoV-2, permite estimar que el coronavirus infectó alrededor de dos millones y medio de personas en España (tal vez unos cientos de miles más, si se tienen en cuenta que el número de los falsos negativos de los test utilizados suelen superar al de los falsos positivos).

Este estudio se está llevando a cabo con rigor, cumpliendo los estándares de calidad científica al uso y bajo la dirección técnica de una persona competente.

Sus cifras están muy lejos de las cifras oficiales que, a 14 de mayo de 2020 registran un total de 229.540 contagiados. Hay diez veces más infectados de los que el gobierno había reconocido.

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También hay evidencias demográficas sólidas que indican que la cifra oficial de muertos por COVID-19 (27.321 personas a 14-5-20) puede ser mayor y tal vez ronde las 40.000 personas.

La primera conclusión es que, tal y como ha ocurrido en todas las pandemias de la historia, la mayoría de los políticos tienden a seguir una estrategia similar: esforzarse para dar una imagen de la situación en la que se infraestiman sus efectos.

Este afán por restarle importancia a los problemas de salud pública alcanzó su extremo durante la pandemia de gripe 1918-1920. Los dirigentes de muchos países impusieron una censura total a la prensa. Dar cualquier noticia sobre la gripe estaba prohibido.

Curiosamente, en España la censura funcionó peor que en otros países europeos o norteamericanos más avanzados. Y al final la prensa española consiguió hablar de la gripe y por eso se la terminó conociendo como “la gripe española”.

Sea cual sea su signo político, buena parte de los dirigentes mundiales también ahora han seguido la estrategia de mostrar a la baja los efectos del coronavirus SARS-CoV-2: Desde populistas de derecha como Bolsonaro (que sostenía que la COVID-19 no iba a afectar a los brasileños, dado que su fortaleza les permitía incluso bañarse en alcantarillas), hasta el gobierno comunista chino (que censuró a los médicos que, como Li Wenliang o Ai Fen, pretendieron advertir, a tiempo, de la peligrosidad del virus).

Por más que difirieran enormemente en sus ideologías y estilos, políticos como Boris Johnson, Vladimir Putin o Daniel Ortega, coincidieron en esta estrategia de restarle importancia a los efectos reales del SARS-CoV-2.

Una estrategia desastrosa

El problema es que esta estrategia siempre ha resultado desastrosa. Muchos millones de personas perdieron la vida a lo largo de la historia debido a que los políticos prefirieron decir que no había peligro.

No hay duda de que, si China hubiese hecho caso a las advertencias de sus científicos como Ai Fen y hubiese avisado antes al mundo y tomado medidas a tiempo, las cosas hubiesen podido ser muy diferentes. También lo hubiesen sido si los dirigentes políticos de la mayoría de los países hubiesen actuado con más diligencia.

La prueba está en que los países que tomaron medidas al principio de la pandemia están en una situación muchísimo mejor que los que no lo hicieron, aunque sean países pequeños y pobres como Portugal o Grecia.

Muy cerca tenemos un buen ejemplo: Extremadura y el Alentejo portugués son muy similares. Pero a principios de mayo en el Alentejo se producía la primera victima por COVID-19, mientras que en Extremadura ya se aproximaban a las 500. Un resultado que depende de las diferencias la gestión.

Contradiciendo aquello de que “Spain is different”, nuestros políticos obraron tal y como lo hicieron los políticos de la mayoría de los países: haciendo demasiado poco y haciéndolo demasiado tarde. Y lo más probable es que en la desescalada cedan, demasiado pronto, ante la presión de los intereses económicos.

Los primeros resultados son una mala noticia

Es absurdo empeñarse en minimizar la gravedad de los hechos. Los primeros resultados del estudio de seroprevalencia traen malas noticias:

Indican que el número de infectados es demasiado grande como para permitir un control eficaz mediante el seguimiento minucioso de los infectados. Para ello sería necesario un esfuerzo ingente.

El estudio también sugiere que la infectividad del SARS-CoV-2 puede ser significativamente mayor de lo que pensábamos. El virus podría rebrotar rápidamente tras un relajamiento de la distancia social.

Estos primeros datos de seroprevalencia nos hacen pensar que el tamaño total de la población circulante del SARS-CoV-2 puede ser más grande de lo previsto.

Así el virus tiene más oportunidades de adaptación: puede incrementar su variabilidad genética manteniendo un mayor número de genotipos en la población que le permitan desde presentar una mayor resistencia a los fármacos hasta conquistar otros nichos como mascotas o animales domésticos.

Y lo que, paradójicamente, es peor: el número de personas inmunizadas todavía es demasiado pequeño para proteger a la población. Imaginemos que yo estoy contagiado y me cruzo con 10 personas sin mantener medidas de distanciamiento social. Si todas ellas estuviesen inmunizadas, entonces no contagiaría a ninguna. Pero si no lo está ninguna de ellas, la probabilidad de que yo las contagie es muy alta.

Así estamos

Desafortunadamente ésta parece ser la situación actual: Hay virus circulantes suficientes como para servir de inóculo inicial y hay suficientes personas susceptibles como para producir otro brote que colapse la sanidad a poco que se relaje el distanciamiento social.

Esta situación no se da solo en nuestro país: nuestros datos coinciden con las seroprevalencias de otros países de nuestro entorno. Todos estamos en una situación parecida. Y es una mala situación.

La tozudez de los hechos se impone por más que en su estrategia de minimización de los efectos de la pandemia, los políticos generalmente recurriesen a técnicos menos dados a cuestionar sus estrategias.

Técnicos con un perfil más político han tenido en esta pandemia mucha más relevancia que los de un perfil más científico.

Ahora los expertos de un perfil más técnico de la OMS han dicho que la pandemia del COVID-19 puede ser la crisis sanitaria que marque nuestra época: el SARS-CoV-2 podría quedarse entre nosotros mucho tiempo. Cuatro o cinco años en el mejor de los casos. Incluso podría hacerlo para siempre.

Incluso muchos expertos piensan que el SARS-CoV-2 podría convertirse en otro virus endémico en la población humana, tal y como ocurrió con el VIH (el virus del SIDA) que lleva con nosotros desde 1981.

Aunque el VIH ya no es noticia, sus cifras sobrecogen: 75 millones de personas se han contagiado de SIDA y han muerto cerca de 40 millones. Pese al enorme esfuerzo para encontrar una vacuna, aún no lo hemos logrado. Tan solo un complejo y caro cóctel de fármacos permite tratarlo.

Del SIDA podemos extraer una lección: sobre el papel resulta sencillísimo de erradicar. Basta utilizar preservativos en las relaciones sexuales con las personas que no estemos seguros al 100% de que están libres de SIDA, y controlar los bancos de sangre, suero, fluidos… Pese a ello en 2018 hubo cerca de 2 millones de nuevos contagios.

Y evitar el contagio por SARS-CoV-2 va a ser mucho más difícil que evitar el contagio del SIDA.

Siendo realista, lo más probable es que una vacuna disponible en miles de millones de dosis, que nos permitiría obtener la inmunidad de grupo rápidamente frente al COVID-19, todavía tarde un tiempo en llegar, si es que llega. No siempre se consigue: no hay vacuna para el SIDA y la vacuna de la gripe no es totalmente eficaz.

Las previsiones no pueden ser más sobrecogedoras: si inmunizar al 5% de la población española costó, al menos, 27. 321 muertos, cuando la población alcance el 60% de inmunizados (el mínimo estimado para conseguir la inmunidad de grupo) el coronavirus habrá matado a unas 327.000 personas.

Y no podemos olvidar que en enfermedades como el sarampión hay rebrotes pese a que más del 90% de las personas ya estamos inmunizadas.

Las presiones para una rápido desescalada se incrementan

Mientras tanto, se incrementan las pruebas de que la desescalada favorece al SARS-CoV-2: Sanidad admite que el contagio de COVID-19 aumentó el 30% desde que se les permitió salir. Los contagios aumentan significativamente desde Alemania a Corea a medida que se relajan las medidas de confinamiento.

Las perspectivas no son las mejores. Y la historia nos enseña que, a menudo, la segunda oleada de las pandemias es aún peor.

Seamos prudentes, mantengamos el distanciamiento social…

¿O acaso ya hemos olvidado cuando los hospitales y los servicios funerarios se saturaron?

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