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«Superinmunidad»: el gran misterio de la pandemia del coronavirus

  • Antiguos infectados tienen anticuerpos capaces de derrotar a un pico mutante mucho más resistente que cualquier variante conocida
  • Aseguran los investigadores que "es muy probable que estos anticuerpos sean efectivos contra cualquier mutación futura que aparezca"
  • Quienes pasaron la enfermedad reconocen más variantes y producen anticuerpos en más cantidad, por más tiempo y más estables

01 noviembre, 2021

Michael Houses

Hace aproximadamente un año, antes de la variante Delta, los virólogos de la Universidad Rockefeller en Nueva York, Theodora Hatziioannou y Paul Bieniasz, se propusieron hacer una versión del SARS-CoV-2 que fuera capaz de esquivar todas nuestras defensas.

Pretendían conocer más sobre el comportamiento de nuestros anticuerpos neutralizantes, y para ello mezclaron y emparejaron mutaciones potencialmente preocupantes con virus circulantes. ¡Y las probaron!

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Ahora su estudio ha sido publicado en la revista Nature. Y en él muestran cómo un mutante de pico que contenía nada menos que 20 cambios era completamente resistente a los anticuerpos…  Pero no de todas las personas.

El misterio de la «superinmunidad»

En la investigación descubrieron que las personas que habían pasado la enfermedad meses antes, tenían anticuerpos capaces de derrotar a este pico mutante.

Y eso que era mucho más resistente al ataque inmunológico que cualquier variante natural conocida.

La respuesta resultó tan llamativa que los anticuerpos de estas personas incluso bloquearon otros tipos de coronavirus. Y por eso uno de los investigadores, Hatziioannou, dijo:

«Es muy probable que estos anticuerpos sean efectivos contra cualquier variante futura que el SARS-CoV-2 desarrolle».

Por eso ahora, mientras el mundo está atento a los peligros que puedan traer nuevas variantes como la Delta plus, los científicos han comenzado a pronunciar una nueva palabra: «superinmunidad».

Y ésa es ahora uno de los grandes misterios de la pandemia.

Haber estado enfermo, una ventaja

Los investigadores esperan que al analizar las diferencias entre la protección inmunológica que produce la infección y la que produce la vacunación, puedan conocer mejor cómo se alcanzan esos niveles más altos de protección.

Y consideran que esto nos puede ayudar a saber cómo de preparadas están nuestras respuestas inmunes para la próxima variante que surja.

La inmunidad híbrida de los infectados

No mucho después de que los países comenzaran con las vacunas, los investigadores comenzaron a notar propiedades únicas en las respuestas a las vacunas de los que previamente se habían contagiado y recuperado de la COVID-19.

Tal y como dice Rishi Goel, uno de los miembros del equipo:

«Vimos que los anticuerpos de los que pasaron la enfermedad llegan a unos niveles muy superiores a los que se obtienen con las dos dosis de la vacuna».

Los estudios iniciales de personas con «superinmunidad» o «inmunidad híbrida» (como la llaman los científicos) encontraron que su suero (la porción de sangre que contiene anticuerpos) era mucho más capaz de neutralizar cepas inmunoevasoras, como la variante Beta de Sudáfrica y otros coronavirus, en comparación con las personas vacunadas.

Pero no estaba clara la razón.

 

Los linfocitos B de memoria

La mayor parte de los anticuerpos producidos después de la infección o la vacunación provienen de unas células de vida corta llamadas plasmablastos, y los niveles de anticuerpos disminuyen cuando estas células mueren.

Pero una vez que desaparecen los plasmablastos, nos queda una importante fuente de anticuerpos, que son las células B de memoria, que se activan por infección o por vacunación.

Son células de larga vida que producen anticuerpos de mayor calidad, y que se ponen en marcha cuando las personas que se recuperaron de la COVID-19 se vuelven a exponer al pico del SARS-CoV-2.

“Si estas células “huelen” un antígeno, natural o de una vacuna ARNm, explotan y se ponen a producir más anticuerpos”.

De esta manera, una primera dosis de vacuna en alguien que ha estado infectado previamente, está haciendo al menos  el mismo trabajo que una segunda dosis en alguien que nunca ha tenido COVID-19.

Anticuerpos más potentes

Además existen diferencias entre las células B de memoria desencadenadas por la infección y las desencadenadas por la vacunación, así como en los anticuerpos que producen.

Y ahí podría estar la razón de la «superinmunidad»

En el análisis de cientos de células B de memoria realizado por los científicos, encontraron las siguientes diferencias:

– La infección natural desencadenó anticuerpos que continuaron creciendo en potencia y amplitud contra las variantes durante un año después de la infección.

– La mayoría de los anticuerpos provocados por la vacunación parecieron frenarse en las semanas posteriores a una segunda dosis.

– Las células B de memoria que evolucionaron después de la infección también tenían más probabilidades que las de la vacunación de producir anticuerpos eficaces conta las nuevas variantes.

Además, una investigación acaba de mostrar que los anticuerpos de las personas que pasaron la enfermedad reconocen más variantes y producen anticuerpos en más cantidad, por más tiempo y más estables.

El ‘efecto tiempo’

Pero hay una posibilidad a favor de quienes no han pasado la enfermedad.

Los investigadores no descartan que los datos que ahora mismo analizan puedan estar alterados por los tiempos.

En general ha pasado más tiempo desde que estuvieron en contacto con la enfermedad quienes la pasaron, que quienes se vacunaron.

Y no descartan que el tiempo pueda ser un factor importante, ya que pueden pasar meses hasta que un grupo estable de células B de memoria se establezca y madure.

Como dice uno de los autores del estudio, Ali Ellebedy, inmunólogo de células B de la Universidad de Washington:

«Estamos comparando a alguien que comenzó la carrera hace tres o cuatro meses con alguien que acaba de tomar la salida».

Por eso estudian la posibilidad de que las personas que tienen la pauta completa de vacunación desde hace meses puedan estar poniéndose al día.

Es más, ya han encontrado signos de que algunas de las células B de memoria desencadenadas por la vacunación están adquiriendo mutaciones, hasta 12 semanas después de la segunda dosis, que les permiten reconocer diversos coronavirus incluidos algunos que solo causan resfriados comunes.

Y también han encontrado señales de que seis meses después de la vacunación, las células B de memoria continuaban creciendo en número y desarrollando una mayor capacidad para neutralizar variantes.

«La realidad es que tenemos un conjunto de células B de memoria de alta calidad que están ahí para protegernos si alguna vez nos volvemos a encontrar con este antígeno».

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