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Divulgación

¿Sin donaciones de sangre se paralizaría la sanidad?

12 febrero, 2020

La respuesta no admite dudas y es más que contundente: SÍ.

Sólo hay que hacer referencia a algunos datos: para poder realizar una operación de cadera serán necesarias entre 2 y 3 donaciones; para trasplantar un hígado el cirujano deberá disponer de entre 50 y 200 bolsas de sangre. Sin ellas, el trasplante no se puede realizar aunque haya un órgano disponible para ello.

La viabilidad de un enfermo de leucemia a la espera de una médula compatible no es posible si no dispone de suficientes plaquetas para transfundirle.

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Incluso, algo tan natural como un parto se puede complicar y requerir hasta 30 bolsas de sangre para asegurar la vida de la madre o del bebé. Estos son sólo algunos de los ejemplos que ponen en evidencia la necesidad de las donaciones de sangre para garantizar la “salud” de cualquier sanidad.

En España, hasta la década de los 60 del siglo pasado, las transfusiones de sangre se realizaban de forma muy precaria y sin prácticamente filtro de seguridad alguno. Además, la donación no era algo altruista sino que por lo general se comerciaba con ella.

Con la aparición de las hermandades y asociaciones de donantes de sangre la situación comienza a cambiar. Se va fomentando la donación al mismo tiempo que las administraciones tanto nacionales como internacionales establecen el carácter voluntario y no remunerado de la donación sangre, así como los requisitos de control sanitarios necesarios en el proceso.

Como consecuencia de este trabajo, España se ha convertido en un país autosuficiente en cuanto a reservas de sangre. Según los datos de la Federación Española de Donantes de Sangre, en 2018 se produjeron 1.700.000 donaciones, 36 donaciones por cada 1.000 habitantes. Además existen unos 2 millones de donantes activos.

Pero la extensión de esta práctica altruista sigue siendo necesaria si tenemos en cuenta que

En nuestro país se realizan 5.000 transfusiones cada día.

Durante los periodos festivos o vacacionales, donde cambian las rutinas diarias de los ciudadanos, los centros de donación y hospitales ven como sus reservas disminuyen, mientras que las necesidades de sangre se mantienen, o incluso aumentan.

Así que no está de más realizar un repaso sobre el camino que sigue la sangre desde la donación hasta la transfusión, que salva diariamente la vida a unas 80 personas, y mejora la salud y la calidad de vida de otras 375.

Se trata de un proceso sencillo, seguro, rápido y totalmente indoloro, con el que extraerán tan solo 450 cm3 de nuestra sangre.

DNI del donante: mayor de 18 años, menor de 65, más de 50 kilos de peso y buena salud

No son muchos los requisitos que debemos cumplir para donar sangre, según nos explican en el Centro de Transfusión de la Comunidad de Madrid. El primero de ellos es la edad. El donante debe tener más de 18 años y menos de 65.

En segundo lugar está el peso, que debe ser igual o mayor a 50 kilos porque la cantidad de sangre que tenemos es proporcional a nuestro peso, nuestro índice de masa muscular y nuestra altura.

Y, si cumplimos los dos anteriores, el tercero es estar sano, lo que significa libres de infecciones o catarros. Un constipado, una gripe o una otitis no impiden que donemos, simplemente debemos dejarlo para otro día…. Además, no es necesario que vayamos a donar en ayunas ¡no es una analítica!

A la hora de donar sí que existen diferencias por sexo.

Las mujeres pueden donar cada dos meses siempre y cuando no realicen más de 3 donaciones al año. Los hombres pueden donar cada dos meses y no realizar más de 4 donaciones al año. La razón es muy simple, los depósitos de hierro en la mujer disminuyen con cada menstruación.

Una vez tomada la decisión podremos acudir a una unidad móvil de donación, a un hospital o a alguno de los centros de transfusión de nuestro país.

Allí, nos entregarán un cuestionario donde, además de nuestros datos personales, aparecerán preguntas sobre otros asuntos relevantes para evaluar nuestra salud: si hemos consumido anabolizantes o drogas a lo largo de nuestra vida; si hemos tenido algún episodio alérgico en los últimos 12 meses; si nos hemos tatuado o hecho un piercing en los últimos cuatro meses, o si tomamos medicación de forma habitual.

Este cuestionario tiene que ser cumplimentado en todas y cada una de las ocasiones en las que donemos sangre, porque en cuestión de meses nuestras circunstancias pueden variar (viajes internacionales, realización de alguna prueba diagnóstica como una endoscopia, una visita al dentista…) y afectar a la conveniencia o no de la donación.

A continuación un profesional sanitario, bien un médico o una enfermera, nos realizará una entrevista con el fin de confirmar que todas las preguntas del cuestionario han sido correctamente entendidas y respondidas, y corroborar que se es apto para donar.

Durante la entrevista se procederá también a la medición de la tensión arterial del donante. Y por último, mediante un procedimiento similar a la prueba del azúcar, es decir, un pequeño pinchazo, comprobarán los niveles de hemoglobina que nos indicarán si tenemos sangre suficiente para donar, o no.

Superado todo esto y con el visto bueno del sanitario, nos facilitarán una bolsa de plástico para la sangre y 4 tubos que, una vez rellenados de plasma, se remitirán al laboratorio para analizarla y determinar que es apta para ser transfundida.

Ya en la sala de donación, y tras un pequeño pinchazo, en unos 5 o 7 minutos nos extraerán los 450 cm3 de sangre. En este punto concluye la labor del donante. Todo ha sido rápido, sencillo e indoloro.

Nuestra bolsa de sangre continúa ahora su camino por el laboratorio, donde, en tan sólo 24 horas, estará preparada para ser transfundida.

La que donamos se divide en tres

La sangre es un tejido compuesto de dos partes: una parte líquida, el plasma, y otra celular. La parte líquida es donde nadan las células, los glóbulos rojos, los glóbulos blancos y las plaquetas. Todos los elementos que componen la sangre son igual de importantes, e inicialmente el paciente era transfundido con todos los elementos que se extraían.

Pero los profesionales médicos al observar que, en ocasiones, la transfusión producía efectos secundarios como la hipervolemia (demasiado líquido en la sangre) determinaron que no era necesario introducir tanto volumen de líquido a un enfermo.

Además, determinadas patologías sólo requieren uno de los 3 hemoderivados (plaquetas, plasma y glóbulos rojos). Probablemente la mayor necesidad de un paciente con leucemia serán las plaquetas, mientras que una persona con quemaduras graves en un tanto por ciento muy extenso de su cuerpo lo que va a requerir es plasma.

Por todos estos motivos, se comenzó a realizar el fraccionamiento de la sangre en plasma, glóbulos rojos y plaquetas. De esta manera también se consigue la

“economía de la sangre”, cuyo objetivo es que con una sola donación se pueda llegar a tratar hasta a 3 pacientes.

Así que lo primero que se realizará tras la donación es la separación de los 3 hemoderivados que se utilizan en las transfusiones. Este fraccionamiento se consigue sometiendo a la bolsa de sangre a un proceso de centrifugación muy alta, tras el que las células que más pesan, en este caso los hematíes, quedarán en la parte inferior de la bolsa. Las células más ligeras, las del plasma se desplazarán a la parte superior de la bolsa y las de peso medio, las plaquetas, quedarán en el centro separando las dos anteriores.

Con cada elemento sanguíneo ya separado, ahora es el momento de extraerlo mediante unas máquinas llamadas separadores, compuestas de tres planchas que presionan cada parte de la bolsa y envían cada hemoderivado a una bolsa distinta.

El último paso de este proceso de “cribado” de la sangre es la eliminación de los glóbulos blancos, leucocitos, para lo que la bolsa que contiene los hematíes se pasa por un filtro. ¿Y por qué se desechan? Porque no son necesarios y es mejor eliminarlos con el fin de evitar problemas durante la transfusión.

De hecho, hubo un tiempo en el que se pensó que los priones portadores de la enfermedad de Creutzfeldt Jacob, más conocida como la enfermedad de las vacas locas, podrían viajar a través de los leucocitos, cosa que se descartó posteriormente, pero a raíz de eso se empezó a desleucotizar la sangre.

Simultáneamente al fraccionamiento, otro laboratorio está analizando los 4 tubos de muestras sanguíneas que se le extrajeron al donante. Estos análisis se centran, fundamentalmente, en aquellas enfermedades infectocontagiosas que se transmiten por la sangre: la hepatitis C, la hepatitis B, el VIH o la sífilis. No se analizan otros datos como el colesterol, el azúcar…

Y, por supuesto, se comprobará el grupo sanguíneo. De hecho, esta comprobación se realiza hasta en 5 ocasiones antes de que la sangre sea transfundida. La seguridad es total.

El resultado de todo este proceso es la obtención de 1 unidad de plasma, 1 unidad de hematíes, y 1/5 parte de unidad de plaquetas. ¡Y en tan sólo 24 horas!

Aféresis, la donación selectiva

Como hemos visto, para conseguir 1 unidad de plaquetas es necesario contar con 5 donaciones de distintas personas con el mismo grupo sanguíneo. Pero se ha desarrollado una técnica de extracción denominada aféresis, que consigue una unidad completa de este hemoderivado, tan necesario por ejemplo, en pacientes con cáncer, con una sola extracción.

Se trata simplemente de extraer del donante únicamente el componente sanguíneo que se considere necesario en cada caso (plaquetas, glóbulos rojos o plasma), devolviendo al torrente sanguíneo el resto del contenido.

Las condiciones de la donación son exactamente iguales en cuanto a los requisitos del donante, los análisis y los controles. Lo único que cambia es que el proceso de extracción se alarga hasta los 50 o 60 minutos. Además, este tipo de donación requiere el uso de unas máquinas de extracción más especializadas de las que sólo disponen algunos hospitales y centros de transfusión.

La ventaja de esta técnica es que de una sola donación se obtiene una unidad completa de plaquetas, que al ser de un solo donante tiene una mejor calidad. De hecho, las plaquetas obtenidas por este proceso se van transfundir principalmente a pacientes con leucemia, personas inmunodeprimidas y niños enfermos.

Los mejores candidatos para este tipo de extracción son los donantes habituales, más familiarizados con el ambiente hospitalario y el proceso de donación.

La sangre caduca

La sangre caduca. El plasma puede ser congelado y alargar su vida útil hasta los 2 o 3 años. Los glóbulos rojos son útiles durante 42 días. Pero la viabilidad de las plaquetas es de tan sólo 5 días.

Esto provoca que durante las navidades o las vacaciones de verano se registren problemas para disponer de este componente. De nada sirven los picos de donación porque a los 5 días se van a volver a necesitar plaquetas. Lo deseable para mantener los depósitos de sangre en unos niveles óptimos es tener un flujo continuo y homogéneo de donaciones.

Los hospitales están clasificados por niveles según el número de camas, las especialidades que albergan y los tipos de cirugías que se realizan en ellos. Esos niveles determinan el stock mínimo de hemoderivados que deben tener.

En España los grupos sanguíneos más comunes son el A+, lo tiene el 36% de la población, y O+, el 35%.

Por ejemplo, el 70% de las personas de la Comunidad de Madrid tiene estos grupos. Por el contrario, el AB- sólo lo tienen el 0.5% de los españoles y sólo un 2% son B-.

Por esta razón, las reservas mínimas de sangre en los centros hospitalarios se clasifican según el material sanguíneo y el grupo sanguíneo. Así, hay un grupo universal para la donación de glóbulos rojos que es el O-, lo que significa que las reservas de este grupo “polivalente” siempre serán un poquito más altas.

Cuando están rozando ese stock mínimo los hospitales realizan sus peticiones a los bancos de sangre, que les facilitan los hemoderivados que han solicitado.

Las enfermedades que más transfusiones necesitan

Los enfermos oncológicos son los que más transfusiones reciben según los datos de la Federación Española de Donantes de Sangre. En concreto, el 34% de la sangre donada.

En segundo lugar se sitúa la necesidad de hemoderivados, un 25%, en las intervenciones quirúrgicas (accidentes, corazón, riñones, quemados, ortopedias…).

El 21% de la sangre extraída en los puntos de donación se utiliza en los trasplantes de órganos y en pacientes crónicos. Un 15% va a destinado a los anémicos y el último 5% a las unidades de obstetricia y paritorios.

Además de su uso clínico, el plasma también se utiliza en la industria farmacéutica para la realización de algunos fármacos como los factores de coagulación, gammaglobulinas para el refuerzo de la inmunidad, o albúminas para incrementar el volumen del plasma sanguíneo.

Sin estos medicamentos muchas enfermedades no se podrían tratar.

Las plaquetas, el plasma y los hematíes son sometidos en algunos casos a un proceso que se llama irradiación. Son bombardeados con radiaciones gamma a través de un irradiador de cesio para destruir un tipo de leucocitos, los linfocitos T, que, en casos poco frecuentes pero muy graves, pueden provocar la Enfermedad Injerto contra Huésped Asociada a Transfusión.

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