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Ejercicio físico, la mejor medicina para los más mayores

  • La actividad física mejora la funcionalidad física, reduce la carga de enfermedades crónicas y disminuye la mortalidad prematura.
  • El ejercicio debe ser incluido dentro de las prescripciones médicas durante las revisiones rutinarias.
  • La modalidad de ejercicio, la frecuencia, su duración e intensidad, variará según el paciente.

26 agosto, 2021

Rebeca Gil

El ejercicio es la mejor medicina para las personas mayores y es prioritario integrarlo en los programas de atención a pacientes con fragilidad y en la práctica de la Medicina Geriátrica.

Así lo concluye una declaración de consenso internacional liderada por Mikel Izquierdo, jefe de grupo del CIBER de Fragilidad y Envejecimiento Saludable (CIBERFES) en la Universidad Pública de Navarra (UPNA).

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En este grupo participan las principales instituciones científicas de ejercicio físico y envejecimiento saludable de todo el mundo, incluyendo el National Institut of Aging de Estados Unidos.

Este documento proporciona una justificación basada en la evidencia para el uso del ejercicio y la actividad física para la prevención y el tratamiento de enfermedades en mayores.

La prescripción del ejercicio, por lo tanto, se discute en términos de modalidades y «dosis» específicas que se han estudiado en ensayos controlados aleatorios.

Con ello se pretende evaluar su eficacia en atenuar los cambios fisiológicos del envejecimiento, la prevención de enfermedades y la mejora de las dolencias crónicas.

Según explica el investigador del CIBERFES Mikel Izquierdo, «proponemos recomendaciones para salvar las lagunas en la literatura científica actual y optimizar el uso del ejercicio y de la actividad física tanto como medicina preventiva como agente terapéutico».

Prevención de enfermedades cardiovasculares, obesidad y sarcopenia, entre otras

La práctica insuficiente de actividad física, ejercicio y el exceso de conductas sedentarias son potentes factores de riesgo de mortalidad por todas las causas.

Y las cardiovasculares, obesidad, sarcopenia, fragilidad y falta de autonomía, entre otras, son dolencias crónicas asociadas con el envejecimiento.

Izquierdo, primer firmante de esta declaración, considera que por el contrario «en presencia de ejercicio o actividad física adecuados y saludables, estos cambios en la capacidad muscular y aeróbica con la edad se atenúan sustancialmente».

La actividad física influye en los factores clave del envejecimiento también en los ancianos, (incluida la inflamación crónica, la disfunción mitocondrial, la autofagia, etc.).

Y es que las ventajas del ejercicio y la actividad física en los mayores son muchas:

  • Mejora la función física y la calidad de vida.
  • Reducen la carga de enfermedades crónicas.
  • Disminuyen la mortalidad general prematura, y la mortalidad por enfermedad cardiovascular, cáncer y enfermedades crónicas respiratorias.

Así, los efectos beneficiosos del ejercicio son globales y actúan tanto a nivel de multisistema fisiológico como de capacidad funcional.

Prescripción de ejercicio adecuada

Pero ¿qué tipo de ejercicio es el más recomendable para las personas de más edad? Pues según los expertos no hay una receta única.

El asesoramiento sobre el ejercicio debe individualizarse, hacer referencia a los resultados previstos y personalizarse con respecto a la modalidad, frecuencia, duración e intensidad.

Incluidas soluciones de implementación práctica y sistemas de apoyo conductual para monitorear los resultados y proporcionar retroalimentación.

Además, se debe incluir una prescripción de ejercicio adecuada en todas las recomendaciones de atención médica.

El fin debe ser mejorar la independencia funcional del mayor, su bienestar psicológico y su calidad de vida.

Por tanto, la utilidad real del ejercicio como medicina es cuádruple:

  • Por una parte se puede explotar su potencial para prevenir enfermedades para las que disponemos de tratamientos.
  • Servir como complemento de las intervenciones médico-quirúrgicas que pudieran existir en cada caso.
  • Sustituir tratamientos peligrosos para los que el ejercicio representa una alternativa mejor y más segura.
  • Convertirse en la herramienta principal para manejar problemas propios de la edad para los que no existe otro tratamiento efectivo. Es decir, las afecciones más generalizadas y mórbidas de los adultos mayores a nivel mundial: sarcopenia, fragilidad, discapacidad y demencia.

¿Ejercicio en ancianos prefrágiles y frágiles?

Además, en este trabajo se señala que no está justificado que no se le prescriba al mayor ejercicio físico adecuado si se tiene en cuenta la evidencia acumulada sobre sus beneficios.

Por ello, uno de los principales desafíos para el futuro es integrar los programas de ejercicio como parte obligatoria de la actividad de atención de pacientes ancianos prefrágiles y frágiles.

A pesar de sus múltiples beneficios, el ejercicio no está completamente integrado en la práctica de la medicina geriátrica.

Todavía está ausente de la formación básica de la mayoría de los geriatras y otros profesionales sanitarios.

Además, pocos estudios han explorado el papel potencial de las pautas de actividad física adaptadas.

Con ello pretenden para maximizar los efectos relacionados con el ejercicio en la función, la capacidad para realizar actividades de la vida diaria o en otros dominios de la capacidad intrínseca.

Como los déficits cognitivos, psicológicos o sensoriales (visión o audición), y locomoción o vitalidad en los adultos mayores, lo que probablemente esté relacionado con la escasez de investigaciones en el área.

El jefe de grupo del CIBERFES Mikel Izquierdo considera que «es de vital importancia abordar de manera eficaz, no solo las causas conductuales de la mala salud y la desigualdad, sino también impulsar el apoyo social y ambiental para el ejercicio a fin de mejorar los niveles de actividad física de los adultos mayores».

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