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Para la familia de Alicia, quedarse sin madre porque no le pusieron la vacuna de AstraZeneca ¡no es riesgo cero!

  • ¿Por qué no están vacunados los profesores de Universidad? En su mayoría, personas mayores que están obligadas a tener un contacto muy estrecho con los alumnos de mayor riesgo
  • Alicia era una excelente profesora en la Universidad Complutense. Microbióloga miembro del grupo de Vigilancia Sanitaria Veterinaria

08 mayo, 2021


Eduardo Costas
Catedrático de Genética de la UCM
ACADÉMICO CORRESPONDIENTE DE LA REAL ACADEMIA NACIONAL DE FARMACIA

Hace unos días falleció Alicia Gibello. Como a tantos miles de afectados, una infección por Covid-19 la mandó al hospital. No consiguió salir viva de la sobrecargada UCI.

Desgraciadamente muchos pensarán que esto no es noticia. O que, aunque fuese una mujer joven, sólo es una más de los muchos que la Covid-19 se ha llevado lejos de nosotros.

Pero ella, como todos y cada uno de los que se fueron, era especial. Muy especial. Al menos para los muchos que conociendo su bondad personal y su competencia profesional lamentamos su muerte.

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Alicia era una excelente profesora en la Universidad Complutense de Madrid. Una microbióloga que investigaba en la microbiota comensal durante el período perinatal y su aplicación a la nutrición infantil.

Era miembro del grupo de Vigilancia Sanitaria Veterinaria y sus muchos alumnos la tenían bien considerada. Sin duda fue una mujer valiosa para los suyos y para la sociedad.

Pero el caso de Alicia reabre una pregunta crucial:

¿Por qué no se vacunó contra la Covid-19 a los profesores de Universidad?

Ya se ha vacunado a buena parte de los profesores de educación infantil, de primaria y de secundaria. Es una medida excelente y bien tomada. Pero no se ha vacunado a los profesores de universidad.

Tendría toda la lógica priorizar en la vacunación a los profesores de enseñanzas primarias y secundarias sobre los profesores de universidad. Pero solo si a cambio en la universidad no se dan clases presenciales, porque tenemos el convencimiento de que los alumnos universitarios pueden aprender mejor desde sus casas.

Pero la realidad no es así. La universidad ha vuelto a tener una gran actividad presencial.

A nadie se le escapa que, de media, los profesores universitarios tratan con muchos más alumnos que cualquier otro colectivo docente.

Las aulas universitarias son de mucha más capacidad. En las facultades de ciencias de la salud, de ciencias experimentales o de ingeniería se dan muchas clases de prácticas donde los profesores interactúan muy estrechamente con los alumnos (por ejemplo, compartiendo microscopios).

Pero por más cuidados que pongan es fácil cometer un error en algún momento.

Actualmente, en el mejor de los casos se ha bajado la ratio de alumnos que asisten a prácticas. Pero a cambio se compensa esta bajada dando más horas, para que todos los alumnos puedan hacer sus prácticas, con lo que la suma del riesgo para el profesor seguramente sea muy parecida.

Los alumnos de mayor riesgo y los profesores mayores

Es obvio que los alumnos universitarios llevan una vida de mucho más riesgo que los alumnos de niveles de enseñanza anteriores. Son mayores de edad, se creen poco vulnerables al coronavirus, tienen muchas más relaciones sociales y a menudo siguen conductas de riesgo.

Buena parte de los que se saltan las normas en fiestas clandestinas dentro locales atiborrados sin ventilación ni medidas de seguridad son alumnos universitarios.

Por si esto fuera poco, los profesores de universidad en España son un colectivo extremadamente envejecido.

Entendemos y aceptamos, por supuesto, que mientras exista más demanda que oferta habrá que priorizar a quién se vacuna. Pero nadie puede negar que los responsables de la gestión de la Covid-19 acumulan un número asombroso de decisiones erróneas y acientíficas.

Y ellos, con las vacunas amontonadas

Hoy los telediarios daban la noticia de que en las comunidades autónomas se acumulan las vacunas de AstraZeneca a la espera de una decisión de lo que hacer con ellas.

Aplicada a tiempo, una sola dosis de esta vacuna hubiese salvado la vida de Alicia.

Quienes deciden la política de vacunación han asumido una utopía dañina buscando el riesgo cero. Pero al perseguir semejante utopía las autoridades sanitarias han retrasado el programa de vacunación.

El resultado neto es un aumento significativo del número de casos, de hospitalizaciones y de muertes.

Cada día de retraso en la vacunación cuesta sufrimiento y vidas.

Conviene insistir en que todas las medidas terapéuticas pueden tener efectos secundarios. El riesgo cero no existe. Incluso el tratamiento con paracetamol es una de las causas de fallo hepático. Pero el riesgo de no aplicar las medidas terapéuticas es muchísimo mayor.

En la universidad existen una serie de colectivos científicos extraordinariamente capacitados para tomar decisiones acerca de si deben vacunarse con Astra Zeneca o no.

Hay que decirlo claro: muchos de los profesores e investigadores universitarios están más capacitados científicamente que las comisiones que están tomando las decisiones sobre las vacunas.

¿Por qué no pueden dejar que por lo menos la gente capacitada (si no toda) decida si quiere vacunarse con Astra Zeneca?

La noticia de las vacunas de Astra Zeneca sin utilizar me recordó una historia de mi infancia.

A finales de los años 60 del siglo pasado, la calle donde estaba nuestro colegio era de tierra. Cuando llovía se convertía en un barrizal intransitable. Los niños lo pasábamos en grande jugando en los charcos.

Esta diversión se acabó cuando un día empezaron a asfaltarla. Apareció una apisonadora con rodillos gigantescos que compactaba la grava que descargaba un camión. Al salir de clase observamos asombrados cómo trabajaba semejante monstruo mecánico. Imponía respeto. Entonces a uno de los niños que contemplaba la apisonadora se le cayeron las canicas. Mientras muchas se pulverizaban bajo el gigantesco rodillo el dueño de las canicas se lanzó a recogerlas agachándose delante de la monstruosa apisonadora. Faltó poco para que ocurriese una tragedia.

El coronavirus es una apisonadora gigantesca. Vacunando es posible que tengamos efectos secundarios no deseados. Pero ya sabemos que son muy raros. Mucho más raros que los accidentes de coche. Mucho más raros que los contagiados graves de Covid-19. Mucho más raros que los más de cien muertos diarios que llenan de lágrimas miles de rincones de nuestro país.

¿Cuándo dejaremos de tomar decisiones al margen de la ciencia y de los que saben?

¿Cuándo nuestros políticos dejarán de llevar a nuestros padres al especialista en encuestas para que decida su tratamiento médico?

¿Algún día les remorderá la conciencia por haber sido y seguir siendo responsables de más de cien mil muertes?

Salvemos el mayor número de vidas. Limitemos el sufrimiento. Utilicemos todos los recursos.

A tu memoria Alicia.

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