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La conjura de los necios: (1)
¿Podrían los antivacunas parar el remedio contra Covid-19?

  • El Nobel Jules Hoffman afirma que las vacunas han salvado la vida a 1.500 millones personas. Y eso sin contar las vacunas a animales
  • El movimiento antivacunas está creciendo espectacularmente y en la 'civilizada' Europa miles de padres dejan de vacunar a sus hijos
  • Vivimos una época con especial desprecio por la ciencia pese a la mejora en la calidad de vida que nos ha traído el desarrollo científico

03 junio, 2020


Eduardo Costas.
Catedrático de Genética de la UCM.
ACADÉMICO CORRESPONDIENTE DE LA REAL ACADEMIA NACIONAL DE FARMACIA

Victoria López Rodas.
Catedrática de Genética de la Universidad Complutense.

Héctor Díaz-Alejo
Investigador de la Cátedra de Genética de la UCM

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Según el último informe demográfico de Naciones Unidas, 7.700 millones de personas habitamos hoy la Tierra. Y de todos estos seres humanos, el 99,87% seguimos vivos gracias a un avance científico.

Los individuos de nuestra especie (Homo sapiens), llevamos algo más de 250.000 años sobre la Tierra. Prácticamente todo ese tiempo fuimos simples cazadores-recolectores. Y nuestra población nunca excedió de los 10 millones de habitantes.

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Sin el avance de la ciencia, seguiríamos siendo 10 millones de cazadores-recolectores.

Pero hace 10.000 años, el fin del Pleistoceno trajo una rápida mejora en el clima del ‘Creciente Fértil’ (una región histórica que se corresponde con parte de los territorios del Levante Mediterráneo, Mesopotamia y Persia.) y el Mediterráneo oriental.

A partir de ese momento fue más fácil ganarse la vida. Aumentó la densidad de población. Hubo más tiempo libre. Más interacciones entre la gente.

Tal vez basándose en una rigurosa observación, alguien hizo un descubrimiento científico esencial: La agricultura y la ganadería. Y con ellas consiguieron que nuestra población fuese creciendo progresivamente durante los últimos 6.000 años.

Para el año 1 de nuestra era los inventos científicos se acumulaban y ya hacían posible que unos 250 millones de seres humanos habitáramos en nuestro planeta.

En el apogeo del imperio Romano llegamos a ser casi 300 millones.

Pero el declive tecnológico durante la oscuridad medieval supuso un retroceso. En el año 1.000 la población total de nuestra especie había caído hasta algo menos de los 250 millones.

Y a partir del auge científico y tecnológico del Renacimiento volvimos a crecer.

Crecimos a lomos de gigantes… científicos

En 1706, a principios del Siglo de las Luces, Johnathan Swift advirtió: “Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificársele por este signo: todos los necios se conjuran contra él”.

Un año antes Ana Estuardo, la reina de Inglaterra, había nombrado ‘Sir’ a un verdadero genio: Isaac Newton, probablemente el científico más importante de la historia.

A hombros de gigantes como Newton, los logros científicos se aceleraron exponencialmente permitiendo que la población llegase a los 7.700 millones de seres humanos que habitamos hoy nuestro planeta.

Pero como muy bien había predicho Johnathan Swift, los necios se conjuran otra vez contra el avance del conocimiento.

Y eso que, en el mundo de hoy en día, la ciencia está detrás de todos los actos de nuestra vida cotidiana. Y nos mantiene con vida.

Los datos resultan espeluznantes por lo que podían ser, y espectaculares por lo que son… gracias a la ciencia y sus descubrimientos.

21 millones de personas se pueden levantar cada mañana de la cama gracias a que la ciencia ha inventado un colchón cuya tecnología impide, entre otras cosas, que se infeste de parásitos. Si continuásemos durmiendo en jergones de paja o de lana (como ocurre en otras zonas del mundo) todas esas personas se hubiesen muerto a causa de alguna enfermedad transmitida por los chinches de cama que en ellos se refugiaban.

177 millones de personas pueden ir cada mañana a la ducha gracias a los sistemas de purificación de agua de abasto. Sin estos sistemas de floculación, filtración y cloración del agua ya habrían muerto. Y eso que la cloración del agua, uno de los más grandes avances científicos de la historia, empezó hace solo 100 años.

25 millones de personas pueden salir vestidos de casa cada día gracias a que nos ponemos ropa lavada y planchada utilizando electrodomésticos pensados para impedir que proliferen los piojos de la ropa. Y por si no lo sabe, los piojos de la ropa transmiten enfermedades mortales como el tifus, la fiebre recurrente y la fiebre de las trincheras.

2.960 millones de personas pueden comenzar el día con un desayuno gracias los modernos procedimientos de producción agrícola y ganadera. Sin la higiene y la inspección de mercados, y sin la tecnología de los alimentos, esos casi 3.000 millones de seres humanos ya habrían muerto por mala nutrición y problemas de intoxicaciones alimentarias.

Como ven, acabamos de despertarnos por la mañana, apenas ha transcurrido una hora de nuestro día, y ya somos muchos millones de personas, casi la mitad de la humanidad, los que le debemos la vida a los avances científicos.

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La conjura de los necios

A pesar de esta incuestionable realidad que acabamos de escribir, estamos viviendo en una época de un especial desprecio por la ciencia.

Youtubers, TikTokers e influencers varios, difunden patrañas tan ridículas como que la Tierra es plana. ¡Y tienen millones de seguidores en el mundo! y su influencia crece a gran velocidad.

Han declarado la guerra a la ciencia que los mantiene con vida, aprovechándose de desarrollos científicos (ordenadores, internet…) para difundir su estúpido mensaje.

Es la conjura de los necios.

La RAE define al necio como una persona ignorante, que no sabe lo que podía o debería saber, que está falto de inteligencia o de razón y que es terco en lo que dice o hace.

Sin duda los ‘terraplanistas’ se ajustan perfectamente a esta definición.

Pero hay conjuras de necios mucho más peligrosas. Conjuras que cuestan muchas vidas. Conjuras genocidas.

Sin duda, el mayor logro de la ciencia fue el enorme incremento de la esperanza de vida de los seres humanos. En especial el que consiguió reducir espectacularmente la mortalidad infantil.

En la actualidad, la esperanza de vida al nacer es de algo más de 83 años. Un logro extraordinario. Por ejemplo, durante la época de los Visigodos, algunos antropólogos físicos que estudiaron sus necrópolis estiman que su esperanza de vida era de algo menos de 30 años. Algunos visigodos (poquísimos) llegaban a los 80 años, pero la mayoría morían en la infancia.

La desoladora tragedia de la mortalidad infantil asoló a la humanidad hasta hace muy poco.

La muerte de los hijos, que hoy nos parece inconcebible, era, hasta hace ‘nada’, algo cotidiano incluso entre las familias más acomodadas.

Por ejemplo, Charles Darwin, el mejor científico inglés del siglo XIX, miembro de una de las familias más cultas y más ricas de la principal potencia mundial de su tiempo (la Inglaterra Victoriana), hijo y nieto de médicos y tan preocupado por la salud de su familia que se fue a vivir al campo para estar lejos de las epidemias que asolaban a las ciudades, vio como 3 de sus hijos fallecieron por enfermedades infecciosas antes de cumplir 10 años.

La muerte de buena parte de los hijos era una ‘horrible’ realidad.

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La ciencia ha logrado reducir la mortalidad infantil

Hoy ya no tenemos que derramar tantas lágrimas incapaces de encontrar consuelo. Hemos dejado de enterrar a demasiados de nuestros hijos gracias a uno de los mejores avances científicos de la humanidad: el desarrollo de las vacunas.

La poliomielitis es un buen ejemplo

La polio es una enfermedad mortal que se ceba especialmente con los niños menores de 5 años. El virus de la polio ataca el sistema nervioso. Muchos acaban con parálisis permanente y deformaciones de por vida. Pero los casos más graves terminan con una asfixia que los empuja a la muerte.

A mediados del siglo XX, la poliomielitis aterrorizaba a los padres. En los meses cálidos de verano se desataban epidemias de polio entre la población infantil de las ciudades. Muchos sufrían parálisis temporal o permanente y quedaban discapacitados de por vida. Otros morían.

Antes de la vacuna, 7 de cada 100.000 personas sufrían cada año deformidades más o menos severas por culpa de la polio. Y 1 de cada 100.000 moría.

La polio se cebó en España durante los años 50 y principios de los 60. Sus secuelas fueron tremendas: Por ejemplo, en 1958 alrededor de 14.000 niños que desarrollaron la enfermedad quedaron incapacitados de por vida. Más de 2.000 murieron.

En 1964 la lacra de la polio logró superarse en nuestro país con una vacunación masiva.

Desde 1988 se realizaron planes de vacunación a nivel mundial con el objetivo de erradicar este terrible virus.

Y hoy podemos manejar la cifra mágica de millón y medio de personas que le deben la vida a esta vacuna. Y más de 18 millones de personas pueden hoy caminar, trabajar y moverse sin problemas también gracias a ella.

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El sarampión es otro buen ejemplo

El sarampión es tan contagioso que, antes de la vacuna, más del 95% de los niños terminaban contagiándose. Muchos morían. Por eso es extremadamente importante que se provea de vacunación masiva a toda la población.

Solamente en lo que llevamos de siglo XXI, más de 23 millones de niños se han salvado gracias a la vacuna del sarampión.

Muchos epidemiólogos pensaron que para 2015 el mundo estaría libre del virus del sarampión. Se tenían los conocimientos y los recursos. Pero hubo imponderables: la conjura de los necios.

El movimiento antivacunas empezó a crecer espectacularmente.

En la civilizada Europa miles de padres dejaron de vacunar a sus hijos. Y en 2016 se superaron los 5.000 casos.

Pero lejos de servir de advertencia, la necedad se incrementó. Y en 2018, nada menos que 82.596 personas padecieron la enfermedad.

Con los colectivos antivacunas al alza por todo Occidente, incluso la polio vuelve a resurgir: En 2017 hubo tan solo 22 casos detectados, mientras que, en 2019, dos años después ya eran 174. De seguir esta tendencia los epidemiólogos estiman que llegaremos a los 200.000 casos en 2030.

El premio Nobel Jules Hoffman afirma que las vacunas han salvado la vida a 1.500 millones personas. Se quedó corto pues solo tuvo en cuenta las vacunas a humanos.

Sin embargo, la vacunación masiva en animales es una garantía para nuestra salud.

Y para entenderlos basta un solo ejemplo: la rabia. Una terrible enfermedad que asolaba a los humanos y que hoy no nos afecta porque nuestras mascotas están vacunadas.

Durante los últimos meses hemos asistido a un experimento excepcional: La pandemia de Covid-19 nos ha permitido conocer cómo es el mundo cuando simplemente falta una sola vacuna.

Más de 6.000.000 de contagiados, nuestra vida cotidiana paralizada, crisis económica… Y todo por la falta de una sola vacuna.

Pero cuando llegue, que ojalá no tarde ¿qué van a decir los ‘necios’ del movimiento antivacunas, que parecen dispuestos a dejar morir a sus hijos con inenarrables dolores, como los que provocan el tétanos o la difteria?

¿Usted se pondría la vacuna?

Estamos viviendo en una época con especial desprecio por la ciencia. Y pese a la evidente mejora en la calidad de vida que nos ha traído el desarrollo científico, la conjura de los necios es más activa que en los tiempos de Johnathan Swift.

Y alguna de estas conjuras, como la de los antivacunas, además de ser de necios, es de genocidas.

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