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Nefrólogo ¿Por qué el amor nos atonta y quita el sueño?

  • La glándula supra renal es la que segrega la hormona que hace que parezcamos ausentes y que a los enamorados les cueste coger el sueño si duermen separados

13 febrero, 2021

Nicolás Fernández Darna

Dejar de comer, perder la atención, suspirar constantemente… los signos que evidencian que estás enamorado son muchos.

Desde la antigüedad se ha relacionado la falta del sueño con el amor llegando alguna civilización a considerar el enamoramiento profundo como una enfermedad ya que provocaba pérdida de apetito, insomnio, angustia…

Muchas de esas creencias son más culpa de los libros y las películas, pero hay otros que son reales y que tienen una evidencia científica.

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Las mariposas en el estómago, por ejemplo, que sientes cuando estás enamorado, aparecen, según los expertos de la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos, como consecuencia de “una notable reducción del flujo sanguíneo al órgano. Esto se produce como resultado de la liberación de adrenalina que causa un aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial y, como consecuencia de ello, se envía más sangre a los músculos”.

En el caso de otros símbolos como la pérdida de sueño o ese parecer ausente, la culpa es de una hormona esteroidea conocida como cortisol, cuya producción por parte de nuestro organismo se reduce cuando estamos enamorados.

¿Los motivos? Llevamos a San Valentín al nefrólogo, el especialista en la anatomía de los riñones y de sus funciones, para conocer cómo funciona esta hormona que se genera en la glándula suprarrenal, ubicada en la zona superior de los riñones.

Falta de concentración por culpa del amor

El cortisol actúa como neurotransmisor en el cerebro y está considerada como la hormona del estrés ya que el organismo la produce cuando se dan situaciones de tensión.

El mensaje de nuestro cuerpo es una respuesta para poner en alerta al cuerpo entero y poder dar respuesta a ese momento. Una sensación como la que podemos experimentar cuando debemos hacer frente a algún peligro.

Este glucocorticoide se produce en la corteza suprarrenal, concretamente en la zona que se ubica justo encima de nuestros riñones, y está regulada directamente por la hipófisis, una pequeña glándula situada en el hipotálamo.

Esta hormona cortisol es fundamental para que nuestro cerebro y nuestro cuerpo se mantengan activos, para que estén despiertos. Y los procesos bioquímicos que experimenta nuestro organismo cuando nos enamoramos provoca que se reduzca la producción de esta hormona.

El problema es, como señalan desde la Universidad de Harvard, que “una mala nivelación del cortisol provoca un mal funcionamiento de nuestro organismo con problemas derivados como la pérdida de sueño o la falta de concentración”.

Una falta de concentración que, en las primeras fases de enamoramiento, y cuando somos más jóvenes, “provoca que perdamos el sentido de la realidad e incluso lleguemos a la inconsciencia”, según el nefrólogo Javier Torrijos.

Nuestro cerebro necesita de una activación media para que podamos funcionar mucho mejor en nuestro día a día y por eso, un bajo nivel de producción de cortisol nos hace parecer como ausentes en muchas situaciones.

Todo lo contrario que por la noche, cuando se produce el momento de separarnos de la persona de la que estamos enamorados el cuerpo reacciona como si se tratara de una situación de estrés elevando la producción de ese cortisol y por lo tanto provocando la pérdida de sueño.

No somos capaces de conciliar dado que nuestro organismo no consigue bascular de manera correcta el nivel de cortisol.

Nos ponemos en alerta ante esa situación que identificamos como estrés.

El amor evoluciona con el tiempo

Del mismo modo que evoluciona la forma en que nuestro organismo se ve afectado. “En el amor de juventud se ha comprobado cómo se provocan mayores problemas a nivel renal y hormonal como respuesta a los altos niveles de estrés”, señala el Nefrólogo Javier Torrijos.

En función de la fase de enamoramiento que atravesemos hará que nuestro organismo reaccione de una manera u otra. “En el amor infantil, inconsciente, que pide y demanda, que sufre… en ese sentido sí que se produce una liberación de hormonas de estrés, adrenalina y noradrenalina, que comprime a nivel vascular y renal, disminuyendo la cantidad de diuresis y secreción de renina.
Esto acaba por provocar palpitaciones, hipertensiones, dolor torácico…”.

Según avanza la relación, y una vez llegamos a un amor más maduro, acabamos de comprender “quienes somos y porqué estamos aquí. Mejora la relación con nuestra pareja y disminuyen todas las secreciones hormonales, como consecuencia de que nuestro organismo es capaz de regular las alarmas reduciendo el nivel de estrés. No existe una lucha constante que obligue a regular los niveles de cortisol de manera reiterada”.

Las relaciones, según el nefrólogo, mejoran con el tiempo como el buen vino.

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