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¿Qué enfermedades están volviendo…
pese a que tenemos vacunas?

  • Mantener el cuerpo natural y con cosas naturales es muy importante...pero no olvidemos entonces que lo más natural es la muerte
  • Una horrible enfermedad como la difteria ha vuelto a nuestro territorio provocando la muerte de un niño de 6 años sin vacunar
  • Sarampión, Hepatitis B, Rubeola... todas las enfermedades infecciosas menos la viruela amenazan con volver si no nos vacunamos

07 junio, 2020


Héctor Díaz-Alejo
Investigador de la Cátedra de Genética de la UCM

¿Somos realmente conscientes de la fortuna de vivir en este espacio-tiempo? ¿Hablan en serio aquellos que fantasean con habitar en tiempos medievales de honor y doncellas? ¿Y los que desearían haber crecido en la Antigua Grecia o el Imperio Romano?

Una gran cantidad de ellos sí. Decidirían ir atrás unos cientos o miles de años atraídos por la supuesta pureza de una vida dura pero idílicamente reconfortante. Aunque quizás lo que sueñen esté demasiado edulcorado por unas novelas históricas tan presentes en esta última década como las novelas de caballerías en tiempos de Cervantes.

Haber crecido y vivido en épocas pasadas, dedicándose humildemente a las labores del campo y la familia, o filosofando y debatiendo sobre las prácticas de la ‘polis’, suena bonito.

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Pero pasan por alto un detalle bastante importante: antes de poder llegar a tener esa vida soñada más de la mitad hubieran muerto.

No olvidemos que el número de personas que están vivas hoy es el mayor que jamás haya habido (con amplísimo margen). Y eso no es ni mucho menos casualidad.

Porque no se trata de que en el último siglo hayamos exacerbado nuestras ansias de reproducción. De hecho está ocurriendo todo lo contrario: el número de hijos por madre se ha reducido drásticamente.

Así que la única causa que puede haber conducido a nuestra superpoblación actual se tiene que encontrar, obligatoriamente, en la la otra fase inevitable de la vida: la muerte. Y en el freno que el desarrollo científico le ha impuesto.

La ciencia sí que alarga la vida

Gracias a grandes avances de la ciencia el ser humano ha logrado alargar extensamente su vida.

Pero la memoria colectiva es muy endeble y en muchas mentes no está presente que, en realidad, y en este sentido, cualquier tiempo pasado fue peor.

Por eso aparecen colectivos que asumen la naturaleza como el bien supremo, tildando de insalubres, perversos o conspiratorios una miríada de avances científicos que, en realidad, han conseguido que la vida de miles de millones de humanos sea mejor.

Son personas que sorprendentemente temen a los productos químicos, a los alimentos transgénicos y, cómo no, temen a las vacunas.

Si estuvieran en el espacio-tiempo de sus abuelos, la cosa sería muy diferente.

Porque la realidad es que si bien es cierto que tenemos un consumo exacerbado y muchas de nuestras prácticas son insostenibles, no es menos cierto que si queremos tener un futuro en este planeta, es de insensatos rechazar todo aquello que es producido de forma “química”, o que no lleva la etiqueta que lo ‘certifica’ como “natural”.

Los fertilizantes químicos, por ejemplo, han hecho posible la alimentación de miles de millones de personas. Los transgénicos permitirían alimentar a muchas más, pero con mayor eficiencia, sin pesticidas y con mucho menor consumo de agua. Y las vacunas, por supuesto, han salvado, salvan y salvarán millones de vidas.

No olvidemos que lo más natural para un ser humano es aquello que lleva ocurriendo durante todos los milenios que llevamos caminando erguidos: morir extremadamente joven.

Y si siguiéramos actuando de la forma natural que muchos proponen, sin duda se retomaría esa tónica.

Lo natural es bueno pero no excluyente

Dentro esta especie de ideología del culto al cuerpo y al mundo natural toma protagonismo un grupo especialmente dañino: los antivacunas.

Los antivacunas son una secta muy peligrosa. Sus afirmaciones son mentiras que repiten como un mantra, sin capacidad de escuchar a quien argumente con pruebas contra su religión.

Rechazan la inmunización (propia y de sus vástagos) porque, según ellos, causa autismo, provoca infinitos efectos adversos o, según los más ‘conspiranoicos’, nos controlan la voluntad.

Pero bajo la premisa de mantener el cuerpo “natural”, si siguen extendiéndose podrían ahogar a la Humanidad en un profundo y negro mar de pandemias. Y todo… ¡Porque eso es lo natural!

Alguien debería convencerles de la realidad: que un mundo humano tan superpoblado, urbanizado y conectado, si no contase con las vacunas entraría en una oleada de pandemias de tal calibre que terminaría por estabilizar la población en unos pocos cientos de millones de personas, en vez de unos pocos miles.

En no demasiado tiempo, todas las enfermedades de la historia humana excepto la viruela, volverían a proliferar.

La polio volvería a quebrar las piernas de los niños. La tos ferina volvería a arrancar a bebés de los brazos de sus madres. El tétanos volvería a hacer que un simple corte condujera a una espantosa muerte entre temblores, terroríficas convulsiones y asfixia.

Pero gracias a la ciencia, desde que Edward Jenner diera con la clave para prevenir la viruela, contamos con multitud de vacunas.

Y comentar algunas de ellas tal vez sea necesario para recordar a muchos insensatos de dónde venimos, pero también adónde nos veríamos empujados si dejáramos de lado las vacunas.

Enfermedades que vuelven a atar… pese a tener vacuna

Para explicarlo podríamos empezar por una enfermedad cuya nueva aparición a causa de los antivacunas ya ha sido probada en nuestro país: la difteria.

Producida por una exotoxina secretada por Corynebacterium diphteriae, las personas enfermas de difteria desarrollan una pseudomembrana en la garganta que puede llegar a obstruir las vías respiratorias, causando la muerte por asfixia.

Pero también puede aparecer una miocarditis si la toxina diftérica llega al corazón, así como problemas renales o nerviosos.

Por suerte contamos con un tratamiento eficaz que, si se utiliza a tiempo, es capaz de anular a la toxina. Pero contamos con uno aún mejor que hace que ni tan siquiera llegue a desarrollarse la enfermedad: ¡una vacuna!

Se administra conjuntamente con la vacuna del tétanos – otra trágica enfermedad de la que ya hemos visto una pincelada – y se calcula, según estimaciones muy conservadoras, que esta vacuna conjunta ha salvado la vida de más de 60 millones de personas en menos de un siglo. Más que toda la población de España y Portugal.

Pero la negativa a la vacunación hizo que esta horrible enfermedad volviera a aparecer en nuestro territorio. En 2015, tras 27 años sin ocurrir, se identificó un caso de difteria en España. El infectado, un niño de 6 años sin vacunar, acabó falleciendo víctima de los severos daños sistémicos que le produjo la toxina bacteriana.

Otros diez niños de su entorno se infectaron con la enfermedad, pero no llegaron a desarrollarla gracias a estar inmunizados. De no haber sido así, es seguro que más niños habrían contraído difteria.

La hepatitis B es una de esas enfermedades que golpean sin pudor a los más necesitados. Su transmisión es muy similar a la del VIH: sangre, semen o en el parto, pero la hepatitis B también puede contagiarse por la saliva.

La enfermedad puede presentarse de una forma aguda y una crónica. Si una persona se infecta con el virus en los primeros años de vida es muy probable que desarrolle la enfermedad en su forma crónica, con alta probabilidad de derivar en cáncer de hígado o en cirrosis.

Hasta el 95% de todos los niños menores de cinco años infectados con hepatitis B presentarán la enfermedad durante toda su vida. Por eso es de vital importancia protegerlos.

Los países y regiones que no puedan asegurar análisis sanguíneos completos para transfusiones, una profilaxis sexual adecuada o un control perinatal presentan una prevalencia mucho mayor, igual que con el VIH.

En algunas regiones como África Subsahariana, más del 8% de la población total presentaba esta enfermedad de forma crónica. Y millones de niños nacen cada año de madres infectadas con hepatitis B, por lo que todos ellos están en riesgo de contraerla.

Pero gracias a una vacuna, la situación se presenta mucho más prometedora.

La vacunación justo tras el nacimiento consigue que el neonato no se infecte con el virus. Su aplicación ya está de sobra demostrada y los resultados nos muestran cómo la normalidad de hace 30 años es hoy un suceso extraño: en muchos países, donde hasta el 15% de los niños desarrollaban hepatitis B, ahora se vacuna y se consigue que menos del 1% de los niños inmunizados presenten la enfermedad.

La vacuna de la hepatitis B se calcula que ha salvado, en total, más de 6,3 millones de vidas.

Y seguimos con otra enfermedad viral que, afortunadamente, ha quedado en el olvido: la viruela.

La gran líder del genocidio americano que permitió la colonización europea. La devastadora Peste Antonina que sumió al Imperio Romano en una espiral de descontrol y muerte. La enfermedad que en la Europa de la Ilustración provocaba 400.000 muertes al año.

Y hemos conseguido erradicarla. ¡La vacuna consiguió erradicarla!

Una vacuna ha hecho que el virus más mortífero de la historia humana haya quedado reducido a un desagradable recuerdo. La vacuna ha logrado que más de 530 millones de personas en el mundo no murieran de viruela.

La rubeola ha pasado de afectar a 670.000 personas en el año 2000, a tan solo 15.000 en 2018.

La gripe se presenta de manera mucho más leve y se expande mucho menos entre quienes están inmunizados.

Y el sarampión, de no contar con vacuna, habría provocado la muerte de 120 millones de personas.

Y si seguimos sumando enfermedades se calcula que más de 1.500 millones de personas han salvado su vida gracias a las vacunas.

Argumentos antivacunas

Por eso parece increíble que haya cada vez más individuos alarmados por los supuestos peligros de las vacunas:
– Una neuritis en cada 10.000 vacunados.
– Una reacción alérgica por cada millón de dosis utilizadas

¿Son hechos reales? Sí. Lo son. Pero estamos hablando de un riesgo completamente ridículo cuando lo que está en juego son tantas vidas humanas.

Porque el resto de argumentos son mucho más peregrinos y están científicamente desmentidos sin dejar espacios para las dudas. Con tantos argumentos y tan incuestionables como que la tierra es redonda.

¿Y qué dicen los antivacunas? Por resumir, para que nadie pierda demasiado tiempo en sus falacias, hemos englobado sus argumentos en dos grupos.

El primero lo podríamos llamar ‘la teoría de la conspiración’ y tiene fundamentalmente una afirmación doble:
– Las vacunas son un engaño de las farmacéuticas para ganar millones de dólares.
– Los gobiernos las recomiendan porque están pagados por las farmacéuticas.

El segundo sería el que sustenta estos dos. Y pese a las múltiples pruebas por las que tiene que pasar un medicamento antes de ser considerado tal, los seguidores de esta ‘secta’ no tienen rubor en afirmar sin argumentos que:
– Las vacunas no son seguras y provocan muertes.
– Las vacunas causan las enfermedades que dicen curar o incluso otras, como el autismo.
– Las vacunas tienen horribles efectos secundarios.

Y lo más de broma es un argumento que asegura que
– Hay remedios naturales mejores y más eficaces que las vacunas.

Pese a que esos supuestos ‘remedios’ no han pasado control de calidad alguno.

Y por mucho que suene a broma, la realidad es que cada año un millón y medio de niños mueren en el mundo por enfermedades evitables con una vacuna. Y nada menos que 2 o 3 millones de niños hubieran muerto de no estar vacunados.

Ojalá que pronto, en los próximos años, podamos decir con orgullo que la Humanidad ha erradicado la polio, el sarampión o la rubeola.

Ojalá pronto podamos hablar de la creación de una vacuna efectiva contra la covid-19 o la malaria.

Y ojalá que pronto todas las personas queden concienciadas de que un mundo con vacunas siempre será más sano, aunque a algunos les parezca menos “natural”.

Cuando eso ocurra, habremos dado un paso definitivo hacia la creación de un mundo mejor.

Pero si los antivacunas ganan, todos habremos perdido.

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