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¡Sí, es posible conseguir rápido la inmunidad de grupo!

  • Sería posible conseguir protección contra la COVID-19 con un nivel de inmunidad de grupo tan bajo como el 25 o el 30% de la población
  • Dependerá de nuestra conducta social y la diferencia serán miles de muertos arriba o abajo. Discotecas, viajes o bares llenos no ayudan
  • El sarampión (que en 2018 todavía mató a 140.000 personas) sigue siendo un peligro con una inmunidad de grupo de más del 90%
  • Ni los más sofisticados modelos basados en inteligencia artificial han sido capaces de predecir nuestro comportamiento en la pandemia
     

20 mayo, 2020

Eduardo Costas.
Catedrático de Genética de la UCM.
ACADÉMICO CORRESPONDIENTE DE LA REAL ACADEMIA NACIONAL DE FARMACIA

Victoria López Rodas.
Catedrática de Genética de la Universidad Complutense.

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Si hacemos caso a la propaganda, el “lugar más feliz de la Tierra” está en la sede de Disneylandia en California. Con semejante reclamo, no es de extrañar que, en las Navidades de 2014, miles de padres llevasen allí a sus hijos para pasar unas vacaciones inolvidables.

Y en verdad lo fueron: Para enero de 2015, docenas de niños que estuvieron en Disneylandia tuvieron que ser llevados rápidamente a las urgencias de los hospitales en 21 estados norteamericanos. Tenían fiebre alta, tos, conjuntivitis, manchas de Koplik y un fuerte exantema. Algunos evolucionaron a una inflamación pulmonar y cerebral.

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En el lugar más feliz de la Tierra se habían contagiado con una cepa de un Morbillivirus: El virus del sarampión.

Era una noticia sorprendente: en el año 2000 se había declarado oficialmente erradicado el sarampión en los Estados Unidos.

En 1963 se desarrolló, en Estados Unidos la vacuna del sarampión. Y allí se empezó a vacunar masivamente. Enseguida, el número de casos de sarampión cayó en más del 99 por ciento.
En España habría que esperar hasta 1981 para que se empezase con la vacunación masiva del sarampión.

Antes de la vacuna, el sarampión afectaba a casi el 100% de la población mundial. Casi todos nos contagiábamos de niños: El 90% de la población en sus primeros 14 años de vida.

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Los colectivos antivacunas son una pésima noticia

En mi primer año de colegio compartí pupitre con un niño muy bueno que se llamaba Santiago. Fue mi primer amigo. Enfermó de sarampión pasada la mitad del curso. Empeoró. Terminó muriendo. Tenia 6 años. Por supuesto, yo también me contagié y contagié a mi hermano pequeño.

Y tanto tiempo después… ¿cómo pudo desatarse un brote de una enfermedad que se había erradicado 15 años atrás?

Por increíble que parezca, el brote de sarampión originado en Disneylandia no fue el único. Ni el primero. El 2014 se produjeron 23 brotes de sarampión (algunos de ellos con centenares de casos, como el que afectó a la comunidad Amish en Ohio). También se produjeron brotes en otros muchos países del mundo.

En este inesperado resurgir del sarampión el auge de los colectivos antivacunas, cada vez más activos, tuvo mucho que ver.

En 2018 el sarampión mató a 140.000 personas, niños pequeños en su gran mayoría, en todo el mundo. ¡Y existe una vacuna eficaz!

En estos momentos, en que tras la reciente publicación de los primeros datos del estudio de seroprevalencia frente al SARS-CoV-2, todos estamos preocupados sobre cuanto tardaremos en alcanzar la inmunidad de grupo, el sarampión nos enseña algo inquietante:

La mayoría de los expertos asumen que con un 60% de personas inmunizadas contra el SARS-CoV-2 puede ser suficiente para generar la inmunidad de grupo. Otros la elevan hasta un 70%.

Pero los brotes de sarampión en Estados Unidos se han dado con porcentajes de vacunados cercanos al 95%. En el caso del sarampión, una inmunidad de grupo de más del 90% no garantiza la extinción del virus. Sigue habiendo contagios, aunque, por supuesto, en un número mucho menor.

Y, a semejanza del SARS-CoV-2, el sarampión es también un virus ARN que se transmite directamente entre personas por microgotitas en el aire.

El sarampión nos indica que deberíamos extremar la prudencia.

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Sin embargo, el mundo real se caracteriza por ser mucho más complejo de lo que siempre solemos imaginar.

Y contrariamente a los indicios derivados del sarampión, existe un motivo para la esperanza: puede que consigamos protección contra la COVID-19 con un nivel de inmunidad de grupo tan bajo como el 25 o el 30% de la población.

Esto se debe a que no todas las personas asumimos el mismo nivel de riesgo: no es lo mismo la exposición por ejemplo de los sanitarios sin equipamiento adecuado, o de jóvenes con una intensísima vida social y gran afición a los viajes, que la de un friki de la informática, maniático de la limpieza e higiene extremas, que teletrabaje y viva encerrado monacalmente manteniendo a través de la red casi todas sus relaciones sociales.

Imaginemos una sociedad en la que los frikis del ejemplo anterior fuesen la amplia mayoría. En ella se conseguiría inmunidad de grupo con un mínimo grupo de infectados (los pocos ciudadanos que no son frikis).

Por el contrario, en una sociedad donde predominen las relaciones sociales, el turismo, los viajes y demás comportamientos de riesgo, sería necesario un porcentaje de infectados muy elevado para conseguir la inmunidad de grupo.

El problema está en que las sociedades humanas son demasiado complejas. Nuestros comportamientos son extremadamente diversos: desde la irracionalidad asesina de los antivacunas o las reuniones masivas de jóvenes con contagiados de COVID-19 para infectarse cuanto antes, a las estrategias de aislamiento social extremo seguidas por bastante gente. Incluso podemos cambiar, y de hecho cambiamos, nuestro comportamiento.

Así se explica que los más sofisticados modelos basados en inteligencia artificial hayan sido incapaces de predecir nuestro comportamiento en la pandemia.

Dependiendo de cual sea nuestra conducta social conseguiremos, o no, la inmunidad de grupo más o menos rápidamente. La diferencia serán miles de muertos arriba o abajo.

Turismo, viajes, bares llenos, discotecas, macrofiestas, etc. no nos van a ayudar nada. Un poco de sensatez sigue siendo clave.

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