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Últimos avisos de los científicos para estas fiestas de Navidad

Volvernos a ver muchas veces es mejor que volvernos a ver muy pronto. Por eso es tan importante seguir seriamente los consejos que en este artículo nos recuerdan dos científicos del máximo prestigio. Con una advertencia final tan dura como trascendental: Los que tengan mucha 'vida social', mejor por internet

21 diciembre, 2020


Eduardo Costas.
Catedrático de Genética de la UCM.
ACADÉMICO CORRESPONDIENTE DE LA REAL ACADEMIA NACIONAL DE FARMACIA

Victoria López Rodas.
Catedrática de Genética de la Universidad Complutense.

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Nos gustaría celebrar la Navidad. Reunirnos con los nuestros a los que hace tanto que no vemos. Acompañar a ese familiar o amigo que está solo. Pero la amenaza de la Covid-19 nos plantea serias dudas.

¿Vale la pena correr el riesgo?

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Tomar una decisión acertada es muy difícil. Para ello lo primero es comprender el peligro real al que nos enfrentamos.

La Covid-19 es una pandemia muy peligrosa. Un dato lo demuestra incuestionablemente. En los casi cuatro años en que los que Estados Unidos participó en la Segunda Guerra Mundial perdieron la vida un total de 116.000 estadounidenses. Solamente durante los 9 primeros meses de la Covid-19 ya han muerto más de 300.000 norteamericanos.

No podemos olvidar que España es uno de los lugares del mundo donde resulta más fácil que el coronavirus nos mate.

Los rigurosos datos recopilados por la Universidad John Hopkins demuestran que a lo largo de la pandemia nuestro país siempre estuvo a la cabeza del mundo respecto a la tasa de muertos por 100.000 habitantes (oscilamos entre la 2ª y la 5ª posición dependiendo de la época). Y eso utilizando los datos oficiales del Ministerio de Sanidad. Porque teniendo en cuenta los datos del Instituto Nacional de Estadística seríamos los primeros.

Ahora todo hace pensar que estamos ante el inicio de una tercera ola.

Y encima una nueva mutación del SARS-CoV-2, que parece ser mucho más infectiva que ninguna de las que han aparecido hasta ahora, se ha originado en el Reino Unido y empieza a expandirse por Europa.

Sin duda corremos un peligro real de contagiarnos por coronavirus y contagiar a nuestra familia y amigos.

Pero…

¿Cuánto peligro corro si cumplo las normas de prevención?

Autoridades sanitarias y expertos han propuesto una batería de medidas generales que pueden ayudarnos a reducir los contagios de coronavirus en las reuniones de Navidad. La mejor estrategia es aplicarlas todas juntas a modo de obstáculos sucesivos que el SARS-CoV-2 no consiga saltar.

– Es mucho mejor reunirnos en exteriores, aunque el invierno lo ponga difícil.
– Si no puede ser, al menos debemos estar en un lugar bien ventilado aunque tengamos que abrigarnos.
– Conviene mantener la distancia situando lo más lejos posible a quienes no convivan con nosotros.
– Y aunque es difícil de hacer hay que hablar bajo. No cantar. Nada de gritos.
Máximo cuidado con toses y estornudos, cubrirse bien la nariz y la boca y si da tiempo alejarse lo máximo de los demás antes de toser.
– Recordar que lo mejor es permanecer con la mascarilla puesta el máximo tiempo posible.
Extremar la higiene. Usar gel hidroalcohólico y lavarnos las manos frecuentemente.
No compartir comida, platos, tenedores.
– Mejor que una sola persona, que tenga las mínimas probabilidades de estar contagiada, sea quien haga las veces de cocinero y camarero

Todas estas medidas resultan necesarias. Pero no son suficientes.

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La clave está en situar lo más cerca posible de cero, la probabilidad de reunirnos con una persona contagiada.

Una fiesta familiar de 50 personas, gritando, cantando, con besos y abrazos, sin distancia de seguridad, sin mascarillas ni higiene sería totalmente segura si entre esas 50 personas no hay nadie que sea portados del SARS-CoV-2.

De hecho, es infinitamente más segura que una reunión de solo 5 personas que siguen escrupulosamente todas las medidas de seguridad pero en la que uno de los asistentes está contagiado.

El virus no se origina por generación espontánea. Se reproduce dentro de una persona y esa persona lo transmite.

En este sentido, nadie que tenga el menor síntoma debería asistir a una reunión navideña. Ante la más mínima sospecha de poder tener la Covid-19, es mejor pasar la Nochebuena solo que ser el responsable de la muerte de un ser querido.

Queda la alternativa de asistir a las reuniones navideñas a través de internet. A fin de cuentas, los virus informáticos son mucho menos dañinos que los biológicos.

También es fundamental hacerse una PCR o un test de antígenos muy poco antes de reunirnos y permanecer aislados desde entonces. Recordemos que los países que consiguieron controlar la Covid-19 siguieron una “triple” estrategia: Test, test y test. Desafortunadamente no tenemos capacidad de hacer tests a toda la población 10 minutos antes de asistir a una reunión familiar.

Por eso se nos insiste en que resulta fundamental minimizar los contactos con los que no conviven habitualmente con nosotros. Cada nuevo contacto incrementa las probabilidades de contagio.

Pero…

¿Cuánto la incrementa?

Ahí está la clave. Para saberlo hay que estimar la probabilidad real de contagiarnos. Es un problema complejo. Entenderlo requiere esfuerzo. Pero si queremos acertar en las decisiones que tomemos estas Navidades, y durante el mucho tiempo que todavía falta hasta que consigamos dominar a la Covid-19, no nos queda más remedio que enfrentarnos al problema.

Nuestro principal problema a la hora de enfrentarnos a la Covid-19 es la falta de conocimientos. Hace un año no sabíamos nada sobre la pandemia. Desde entonces hemos avanzado a pasos agigantados en muy poco tiempo.

Los médicos aprendieron a tratar la enfermedad y hoy no se hubieran muerto muchos de los que lo hicieron en la primera ola de la pandemia.

– Al principio se negó la transmisión aérea del SARS-CoV-2. Cuántas vidas se hubiesen salvado si hubiésemos adoptado mucho antes el uso de la mascarilla, la ventilación y evitado interiores poco ventilados.

– Pero puede que se hubiesen salvado muchas más vidas si hubiésemos tenido en cuenta la verdadera dinámica de los contagios por SARS-CoV-2, que vamos a explicar un poco más abajo para quienes quieran comprender más en profundidad lo que nos está ocurriendo.

Pero antes, y basándonos en lo que ya se sabe y a continuación vamos a explicar, una recomendación esencial, que no suele tenerse en cuenta pero es fundamental, por duro que suene:

Como no podemos hacer un test instantáneo de Covid-19 a la entrada de nuestra casa, hay que prohibir rigurosamente que nos visiten esos familiares o amigos que siguen conductas de alto riesgo. Todos tenemos un hijo, sobrino, primo o amigo enormemente sociable y con intensa vida social, que se cree que a él nunca le ocurrirá nada… Lo mejor es que estas personas tan divertidas animen nuestras reuniones navideñas aislados y a través de internet.

Con estas líneas ya podríamos decir que los últimos avisos para minimizar los riesgos en estas fiestas están dados.

Ahora intentaremos dar las claves para que se entienda y no se nos olvide. No es muy sencillo, pero vamos a explicar, lo más comprensible que seamos capaces, cómo funciona el contagio de la Covid-19.

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Así se contagia la Covid 19

Imaginemos una población en la que hay 100 infectados, cada uno de los cuales re-infecta a dos personas en el plazo de una semana. Al final habrá 200 nuevos contagios.

Imaginemos ahora otra población en la que solo hay un infectado, pero que contagia a 200 personas en el mismo plazo de una semana. Al final también habrá 200 nuevos contagios.

Sin embargo, aunque en ambas poblaciones el crecimiento del número de los infectados es idéntico, las medidas a tomar para controlar la pandemia deberían ser muy diferentes. – En el primer ejemplo las medidas restrictivas aplicadas al global de la población podrían resultar eficaces. Convendría quedarse en casa y limitar al máximo nuestros contactos.
– En el segundo, lo importante sería localizar al único super-contagiador de 200 personas y aislarlo cuanto antes.

El problema es que la realidad va a ser una compleja mezcla de ambos casos.

Hay super-contagiadores que transmiten el virus a muchas personas, y hay contagiados que transmiten el virus a muy pocos o a nadie. Para acertar en las medidas a tomar deberíamos saber si en la cinética de la infección por Covid-19 predominan muchos individuos que contagian cada uno a muy pocos, o son muy pocos individuos los que contagian, pero cada uno de ellos infecta a muchos.

Para ello debemos distinguir entre dos tipos de variables. Las llamadas “normales” y las que siguen “leyes de potencia”. Y aunque suene muy complicado, no lo es tanto.

Comencemos por pensar en muchas de las variables que nos resultan familiares en nuestro día a día, como son la altura de las personas, su peso o la nota que sacan en los test de inteligencia IQ. Todas ellas siguen una distribución normal. Es decir, la mayoría de los humanos adultos medimos entre 1,65 y 1,85. Son menos los que miden entre 1,85 y 2,05 o quienes miden entre 1,45 y 1,65. Todavía son muchos menos los que pasan de 2,05 o no llegan al 1,45. En una variable normal (p.e. la habilidad para jugar al fútbol o las notas que sacan los alumnos), la mayoría de la gente es del montón. Los muy buenos (y los muy malos) escasean.

El nombre de “distribución normal” se debe a que durante mucho tiempo médicos y biólogos creyeron que casi todas las variables naturales importantes seguían este modelo.

Generalmente la ciencia asume que casi todo sigue una distribución normal. Hay razones para ello, y aunque este párrafo le pueda resultar un poco más complicado, lo incluimos para que los más avezados comprendan el porqué: Los errores de medida en los experimentos (algo que nos preocupa muchísimo a los científicos) siguen una distribución normal. El teorema central del límite (el teorema más importante en estadística) indica que, dada una muestra lo suficientemente grande de la población, la distribución de las medias muestrales seguirá una distribución normal. Hasta los modelos de mejora genética de animales y plantas de abasto asumen distribuciones normales y aciertan (y gracias a ello podemos alimentar a un población de casi 8.000 millones de personas).

Pero quédense con que el concepto de distribución normal impregna la vida de los científicos. La mayor parte de la estadística trata sobre distribuciones normales.

Por eso no es de extrañar que los epidemiólogos asuman distribuciones más o menos normales. Suele pensarse que entre los infectados los hay que no contagian a nadie, muchos contagian a 1 o 2, son menos los que contagian a 3, menos aún quienes contagian a 4, y así sucesivamente.

Pero no todas las variables siguen distribuciones normales. Otras siguen leyes de potencia que no se parecen en nada a una distribución normal.

Entre las primeras leyes de potencia descubiertas está la distribución de la riqueza.
Se pensaba que la riqueza de las personas debería seguir una distribución normal. La mayoría deberían ser de clase media. Unos pocos deberían ser algo más ricos o más pobres. Muchos menos deberían ser extremadamente ricos o extremadamente pobres. Pero la realidad no es así. El ingeniero Vilfredo Pareto descubrió que la distribución de la riqueza sigue una ley de potencia. La mayoría de los humanos son pobres. Después le siguen en abundancia los de clase media. Hay menos de clase media-alta. Muchos menos son ricos. Y los super-millonarios son más escasos aún.

El problema es que no estamos muy familiarizados con las distribuciones que siguen leyes de potencia. Presentan propiedades peculiares que nos sorprenden.

Por ejemplo, si sumamos la riqueza total de 6.250 millones de seres humanos apenas representa el 20% de la riqueza del planeta. El 80% de la riqueza restante se la reparten los otros 1.500 millones. Pero ni siquiera entre estos 1.500 millones de ricos la riqueza está repartida normalmente. Los 300 millones más ricos poseen el 80% de la riqueza total de estos 1.500 millones. Y de estos 300 millones solo 60 millones son los que disponen del 80% de la riqueza. Y así sucesivamente, con los que los verdaderamente multimillonarios son muy pocos.

Es la principal característica de las leyes de potencia: los menos son responsables de la mayor parte del efecto.

¿Que pasaría si la distribución de contagios de la Covid-19 siguiese una ley de potencia?

Muy pocos individuos serían responsables de la mayoría de los contagios. Ya a principios del mes de abril algunos expertos con elevada formación matemática empezaron a demostrar que la distribución de contagios por Covid-19 seguía una ley de potencia. A partir de entonces se acumularon evidencias en este sentido.

Al seguir una ley de potencia, algo menos del 1% de la población podría ser responsable de más del 90% de los contagios. Unos pocos supercontagiadores podrían contagiar a más de 1.000 personas. Un número mayor sería responsable de contagiar entre 500 y 1000 casos. Todavía serían más los responsables de entre 250 y 500 casos, y más aún los que contagian a entre 125 y 250. Y así sucesivamente.

Existe un componente biológico en los supercontagiadores. Muestran pocos síntomas, resisten bien la enfermedad, excretan una gran carga viral

Pero sin duda existe en ellos un componente conductual. Los supercontagiadores van habitualmente a muchos eventos multitudinarios, no guardan precauciones, nunca cumplen la cuarentena, etc. Día tras día las noticias están llenas de candidatos a supercontagiadores que protagonizan una enorme diversidad de conductas de riesgo, desde asistencias masivas a eventos negacionistas, fiestas multitudinarias sin las mínimas precauciones en los entornos más variados, gente que pese a estar contagiada no respeta la cuarentena…

Resulta imprescindible aislar rigurosamente a esta gente. Muchos países no lo hacen. Andorra, Luxemburgo, San Marino o Bélgica, que están entre los más permisivos, tienen tasas de contagios que superan con mucho los 5.000 casos por 100.000 habitantes, y se aproximan peligrosamente a los 10.000.

Por el contrario países como China, Vietnam o Corea del Sur, que han hecho un esfuerzo colosal en rastreo y aislamiento riguroso de los supercontagiadores, mantienen tasas de contagios extremadamente bajas (China alcanzó una tasa de 6 contagios por 100.000 habitantes el día 15 de diciembre).

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