Mayores, medianos y pequeños. A todos en más de una ocasión seguro que nos han dicho que nos íbamos a quedar tontos jugando a los marcianitos, usando el smartphone o echando más horas de las debidas delante del ordenador.
Ahora, cuando algún familiar, amigo o extraño entrometido te diga eso de que vas a quedarte tonto por estar más tiempo del habitual usando tecnología, podrás decirle que la ciencia le contradice.
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Es un estudio de la Universidad de Cincinnati, en Canadá, demuestra y confirma que «no existe evidencia científica que demuestre que los teléfonos inteligentes y la tecnología digital dañen nuestras capacidades cognitivas biológicas».
Anthony Chemero, profesor de filosofía y psicología de la Universidad de Cincinnati, ha publicado las conclusiones de su estudio en la revista científica Nature Human Behavior.
Chemero y su equipo se afanan por explicar cómo la evolución digital es capaz de complementar el pensamiento humano ayudándonos a sobresalir.
«Si pones toda esta tecnología junto con un cerebro humano, el resultado es que nosotros, complementados con esa tecnología, somos capaces de realizar tareas mucho más complejas de lo que podríamos con nuestras capacidades biológicas no complementadas», profesor Anthony Chemero.
La evolución tecnológica, según señala el estudio de la Rotman School of Management de la Universidad de Toronto, la tecnología es capaz de aumentar nuestras habilidades para la toma de decisiones.
Somos capaces de valernos de ella para maximizar nuestra potencia como especie.
Tecnología y efectos en nuestro cuerpo
Lo que la ciencia si confirmó hace bastante tiempo es que la tecnología produce efectos dañinos sobre alguna otra parte, especialmente física, de nuestro cuerpo.
La tecnología está en nuestro día a día y si no se usa de la manera correcta, como confirma el estudio de la Universidad de Cincinnati, puede traernos consecuencias negativas.
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Los daños físicos más habituales que provoca en nuestro organismo el abuso de las pantallas y la tecnología, son cefaleas, síndrome FOMO -obsesión por estar conectado todo el día-, insomnio, sleep-texting, tecnoestrés, síndrome de la vibración fantasma, ansiedad…
Todos estos, además de los clásicos problemas cervicales y de espalda a causa de una mala postura en uso diario de ordenador, tabletas y pantallas en general.
Además de los mencionados, los problemas relacionados con la audición y la vista también son muy frecuentes después de años utilizando tecnología, auriculares… sin el debido control ni cuidado.
En lo referente a la audición, el mal uso de la tecnología de la que nos servimos para reproducir música, podcasts o radio, hace que nos expongamos de manera prolongada a volúmenes excesivamente altos, cercanos a los <70db, un síntoma muy perjudicial para nosotros.
Y más cuando lo hacemos por un tiempo prolongado.
Si hablamos de nuestra visión, y además del conocido estrés visual provocado por pasar jornadas interminables delante del ordenador trabajando, el uso excesivo de pantallas es el causante de que podamos desarrollar vista cansada y/o miopía.
Cuánto tiempo pasamos usando tecnología
Unas consecuencias que viene desarrolladas por el uso excesivo y abusivo de tecnología.
Seis horas y cincuenta y cuatro minutos. Ese es el tiempo medio que pasaron los usuarios, de todo el mundo, cada día en Internet durante el año 2020.
Estas cifras señalan un aumento de once minutos con respecto a los datos recogidos en 2019.
Son parte de un estudio llevado a cabo por las tecnológicas Hootsuite y We Are Social.
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Contabiliza el estudio el tiempo tanto delante del ordenador, que implicaría en la mayoría de casos tiempo de trabajo, como delante de nuestro smartphone, tableta… en el caso concreto de España, según el análisis, cada usuario está un total de seis horas y once minutos expuesto a tecnología conectada a internet.
Unas cifras por debajo de la media global, y muy lejos de las más de diez horas que pasan frente a las pantallas los usuarios filipinos, primeros en el ranking.
Estudios, análisis y efectos comprobados en nuestro cuerpo que deberían hacernos reevaluar el uso que hacemos de la tecnología, aunque la ciencia confirme que no nos está volviendo más estúpidos.
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